Trabajadores y ‘esenciales’ que desde el anonimato se ocupan de la protección y el funcionamiento de la comunidad (capítulo uno)

Protagonistas cañuelenses 04 de mayo de 2020 Por El Ciudadano
El Ciudadano buscó historias de ‘laburantes’ cañuelenses que por ser parte de actividades fundamentales nunca dejaron de prestar sus servicios a pesar del período de cuarentena.
Protagonistas
Jonhatan Crespo de la Guardia Urbana y la Lic. en Enfermería Marcela Jara.

Luego del decreto presidencial del ‘‘aislamiento social, preventivo y obligatorio’’ la mayoría de la población se quedó en casa para continuar con su actividad mediante home office o como personal laboral suspendido; pero un segmento de empleados considerados ‘esenciales’ nunca dejó de asistir a sus trabajos debido a que ocupan posiciones claves para el desarrollo y la prevención de la sociedad. A partir de algunos protagonistas reflejamos parte de la labor diaria, las vivencias y los sentimientos de estos trabajadores.

Enfermeros, la primera barrera contra el COVID-19 
Se levanta a las cinco de la mañana, desayuna y ya tiene preparada la ropa de civil para ir al trabajo. Llega al hospital, pasa por la cámara de desinfección instalada en las últimas semanas, ficha, se cambia y comienza su día laboral. Al finalizar el mismo lava sus manos, se coloca alcohol en gel, guarda el uniforme en una bolsa cerrada, se viste nuevamente y vuelve a recorrer la cámara. Al llegar a casa utiliza un espacio de la galería para dejar la ropa y vestir nueva indumentaria. Desinfecta el calzado con una solución de agua y un diez por ciento de lavandina. Pisa un trapo de piso con más lavandina e ingresa. Ya en el baño se ducha y vuelve a higienizar sus manos con jabón y alcohol. Después saluda a su familia.
Así es la rutina diaria de la Licenciada en Enfermería Marcela Jara –MN 71.999 / MP 107.345–, que a su vez es supervisora del área en el Hospital Angel Marzetti. Hace 20 años que se desenvuelve en la profesión y reveló detalles del actual ambiente hospitalario, “la sensación es que a veces estamos en condiciones inadecuadas para tratar este virus imprevisible, altamente contagioso y de una magnitud jamás vista que se refleja en el mundo. Tenemos una exigencia que nos pesa ante semejante estrés porque estamos luchando contra algo que no sabemos mucho, hay una sensación de desprotección aunque tengamos los insumos básicos. En los pasillos –del nosocomio– hay un aire de preocupación más que de alarma”.
Los enfermeros son los primeros agentes de Salud que podrían recibir en las instalaciones un potencial caso de coronavirus y están intranquilos; pero a la vez, saben que son ‘esenciales’. A partir del fallecimiento del Dr. Bornes a causa del COVID-19 el semblante dentro del edificio sanitario cambió, hay sensibilidad e irritabilidad. “Perdimos un médico que era una eminencia y no podemos entender qué pasó, fue una trompada que nos dejó a todos muy paralizados”, describió metafóricamente Jara.  
Ante el desconocimiento del enemigo invisible los trabajadores de la Salud insisten que la mejor vacuna es quedarse en casa. “Nunca se está preparado del todo pero hacemos lo mejor que podemos para la población, una juró para proteger al prójimo. Hay que hacer mucho hincapié en la prevención para que no colapse el sistema sanitario, la mejor vacuna es quedarse en casa para evitar la transmisión comunitaria. De hecho, Cañuelas ya es una zona de riesgo”.             
“En el hospital tomamos todas las medidas de seguridad como rige el Ministerio, pero es un enemigo que no sabés por dónde ataca y estás a la defensiva. Creo que el sistema sanitario no estaba preparado para la pandemia y los argentinos tampoco. Yo trabajo en el hospital público que siempre es uno de los más golpeados, por eso los enfermeros hacemos ‘arte’ a la hora de curar, porque terminamos trabajando y haciendo cosas con poco. Cuando no tenés insumos hay que resolver problemáticas desde la precariedad”, completó la licenciada. 
La agente ‘esencial’ sigue los pasos de la pandemia desde su comienzo y comentó que a medida que se acercaba a nuestro continente los profesionales se interiorizaron aún más sobre el virus, dentro de lo que se sabe. “Psicológicamente también se empieza una preparación porque sabemos que somos la primera línea y estamos al frente del virus, que no sabemos por dónde va a atacar. Los directivos están muy presentes y hay una buena comunicación, eso es destacable. A raíz del caso positivo del chofer –confirmado de coronavirus el pasado sábado– seguro que tengo miedo no sólo de enfermarme yo sino a mi familia, una sale y no sabe si lleva el virus a casa”.
Las conductas de Marcela y su familia se extremaron, en su hogar no es la única agente de Salud que trabaja en el Marzetti, la higiene y los protocolos sanitarios internos y sociales son obligatorios antes de cualquier contacto. Por estos cuidados hacia ella misma y hacia quienes la rodean le duele cuando algunos cañuelenses maltratan y amenazan a sus compañeros de trabajo, aislados preventivamente por ser casos sospechosos de coronavirus. “Lo tomo con mucho dolor, no entiendo a la gente que agrede al personal de Salud cuando estamos para cuidarlos a ellos. No nos contagiamos porque queremos sino porque el virus es totalmente desconocido y nos duele muchísimo que la población reaccione así. Somos los que estamos en la primera línea y hacemos todo para que la población no se infecte. Necesitamos su colaboración. Nos sentimos muy discriminados”.     

Guardia Urbana controlando accesos y transeúntes
Por ser parte del sector de la seguridad comunal los agentes urbanos imaginaron que ellos deberían continuar su labor diaria y así fue. Tras ser declarados ‘esenciales’ el grupo que compone el área especulaba sobre su futuro y cuando el comienzo de la cuarentena significó el resguardo de muchos a él le dieron la posibilidad de cubrir más horas ante la falta de personal que está compuesto por unas 20 personas. La situación representó un beneficio económico pero desde ese momento las tareas habituales de los trabajadores cambiaron, ya que además de recorrer distintas zonas del distrito se les encargó el control de algunas de las entradas al centro cañuelense.    
Jonhatan Crespo tiene 25 años, trabaja en la Guardia Urbana y explicó “al principio de la cuarentena nos dijeron que teníamos que seguir trabajando y nos agarró a todos sin saber nada. Se armaron grupos reducidos y como somos compañeros nos dimos cuenta que nos necesitamos. Fuimos trabajando casi sin franco hasta el momento. Hacemos doce horas de guardia por doce de descanso, estamos en operativos y luego recorremos la zona como lo hacíamos normalmente, pero gran parte de la Guardia a partir de la pandemia pasó a ser el control de los ingresos”.
Sumado al uniforme habitual Jonhatan agregó nuevos elementos de seguridad para cubrir cada turno, impensados hasta la llegada del desconocido virus; también la población aportó su enorme cuota solidaria. “Nos dieron máscaras, barbijos y guantes. Después hay gente que pasa por los operativos y nos dan paquetes de barbijos, cajas de guantes. Hay una mujer que ha donado muchísimos barbijos a la policía, la Guardia Urbana y a los que trabajamos en la calle”.
Sin embargo el control callejero no es sencillo. Siempre hay personas que buscan excusas para circular indebidamente, por ello la labor se vuelve tediosa y por sobre todo peligrosa para la salud. El ofuscado agente detalló “la gente no para. Hay algunos que no toman conciencia de que hay otros que se están muriendo por esto. En lo personal no me da miedo morirme contagiado por el virus, pero lo que te da bronca es que si me pasa es porque voy a estar trabajando y me va a agarrar trabajando pero hay mucha gente que está en la calle ‘boludeando’. Hay muchos que no le dan bola y se piensan que es un chiste, tienen que darse cuenta que tienen que quedarse en la casa. La gente que controlamos y va a trabajar es mucho menos que la que anda por andar”. 
Al margen de las modificaciones en las tareas laborales, el cambio más profundo de los trabajadores ‘esenciales’ se dio en las prevenciones para arribar a sus hogares y en el trato familiar. “Me saco la ropa afuera y entro derecho al baño para darme una ducha, si hay alguien despierto lo saludo y me acuesto a dormir. No tengo contacto con nadie porque estoy todo el día afuera con la gente, pidiéndole la documentación y como no quiero traer el virus a casa me cuido mucho. Tengo una hija chiquita que me busca y cuando está conmigo, llego a casa, me baño en alcohol en gel las manos y la cara para después poder saludarla porque es un peligro”, especificó Jonhatan y agregó: “cuando voy a trabajar no sé lo que va a pasar. Antes sabíamos que nos podía pasar cualquier cosa estando en la calle, ahora sabemos que aunque no nos pase eso y estemos haciendo operativos fijos nos podemos morir igual. Es raro”, finalizó. 


Marcelo Romero
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