Las estadísticas son contundentes y basta con repasar el informe de la Sociedad Argentina de Cardiología.
En 2017 fallecieron más de 97.000 personas por afecciones cardiovasculares, liderando el ránking del total de las causas de muerte con 28,5%.
Al focalizarnos en los años de vida perdidos (entre los 30 y 70 años), la enfermedad cardiovascular es responsable de la mayor cantidad de muertes prematuras (35% en hombres y el 28% en las mujeres, primera causa en ambos sexos). Ese número se sostiene, muy a pesar de la pandemia.
No obstante, desde el año 2000 a 2010, en la Argentina se redujo la tasa de mortalidad cardiovascular en hombres un 22% (de 271.4 a 211.6 por cada 100.000 habitantes). Según el estudio del “Global Burden of Disease” (GBD), esta reducción de mortalidad se adjudica mayoritariamente a una mejora en la calidad y el acceso a la salud.
Con el Covid-19 entre nosotros, la inversión en salud del Estado nacional fue muy importante. Se dispensaron todos los recursos habidos y por haber, más allá de que se descuidó la economía y la cuarentena, y a los hechos hay que remitirse, terminó siendo un bumerán.
La tecnología, en ese sentido, es fundamental. Y la inversión no debe cuestionarse cuando del corazón se trata.
A fin de cuentas, la vida no tiene precio. Por eso el angiógrafo es clave en el distrito. Muchos cañuelenses estarán agradecidos.