Que 20 millones de argentinos estén sumidos en la pobreza (entre ellos un 10% de indigentes), que haya un 142,7% de inflación (300% de punta a punta), que nuestra moneda pierda por goleada ante el dólar y que haya muertes por inseguridad, como sucede a menudo en el conurbano, explican la derrota de Sergio Massa. Ni el plan ‘platita’ ni la campaña del miedo funcionaron. Ya era increíble que el Ministro de Economía, el responsable de semejante debacle, tuviera posibilidades electorales. El triunfo de Javier Milei es lógico desde todo punto de vista.
Lo habíamos advertido tras el debate del 12 de noviembre. Se había visto a un político profesional, coacheado, contra un economista que intentó defenderse de los golpes dialécticos. El candidato de la oposición se vio arrinconado, cuando en realidad el que tenía que dar explicaciones no era otro que quien hace un año ostenta el poder.
A fin de cuentas, Alberto Fernández quedó relegado a un segundo plano. Y el peronismo tendrá que hacer una gran autocrítica. Si Massa era el mejor candidato que podían presentar, ¿por qué no tomaron decisiones a pedir del mercado? El sesgo ideológico terminó por condenarlos.
Milei es producto del fracaso de la política. Con su discurso disruptivo, su motosierra para recortar el gasto público y apuntalar el desprecio a los políticos de siempre, encontró un gran nicho. Fue el dirigente más votado de la historia del país, superando los registros de Cristina Fernández de Kirchner en 2011.
Hay un reclamo de la sociedad que se vio expresado en las urnas. Es cierto que tuvo el apoyo de Mauricio Macri, quien fracasó como Presidente. Pero también, Fernández. Y Massa. Y el kirchnerismo gobernó 16 de los últimos 20 años. Son los máximos responsables de esta decadencia. Hablarán de los 45 mil millones de dólares que el ex Presidente de Cambiemos le pidió al FMI. ¿Y los 83 mil millones de billetes norteamericanos de deuda pública que se tradujeron en Leliqs e inflación?
Se había dicho que necesitábamos que el ganador diera la talla. Milei tiene el crédito del 56% del país. Y también se había consignado que requeríamos de buenos perdedores. No debería estar en tela de juicio el acompañamiento al Presidente electo. En definitiva, Argentina depende de todos. De dejar de pensar en los propios intereses, guardarse las miserias y tirar para el mismo lado. Ojalá todos puedan ir de la mano, independientemente de sus ideas.