La columna de Wiñazki: El fútbol importa, pero no encubre

Opinión 04 de diciembre de 2022 Por Miguel Wiñazki
Hay una Argentina resistente a innumerables males y desmanes. Un país que continúa soportando, trabajando y estudiando que, a la vez, mira el fútbol mundial. Pero que tampoco puede olvidar que el Circo jamás sustituirá al pan.
FjFi32BXwAI1BWL
El fútbol, pasión, goles y un Mundial que atrapa, pero no puede ocultar las miserias del país. (Foto AFA)

Cintillo Wiñazki

El fútbol importa. No hay nada mas evidente. Las audiencias globales crecen exponencialmente durante un Mundial y la fiesta se globaliza. Así se padecen las derrotas entre los derrotados y se celebran las victorias entre los victoriosos.

El fútbol importa, pero no el fútbol no encubre. 

Cuando el esclavo Espartaco acaudilló una rebelión contra los amos romanos que jaqueó al imperio entero, el Circo prosperaba y las multitudes clamaban aguardando el dedo salvador o ejecutor del César. 

Pero eso no detuvo a los rebeldes. 

Los esclavos arrinconaron a los legionarios y produjeron un sismo histórico que es un emblema de las luchas por la libertad. 

Fueron aplastados por la represión atroz de las fuerzas imperiales, pero el mensaje de Espartaco quedó inscripto en la memoria más profundas de las luchas por la emancipación y de la denuncia de la opresión.

Las arenas ensangrentadas del Circo no impidieron las conjuras, ni el asesinato de Julio César, ni las guerras, ni resucitaron a los muertos, ni a los ejecutados ni a los crucificados.

CIDI 2022 RGB

No basta con proponer pan y circo, sino como escribió alguna vez Marco Denevi, se trata con no cometer el gravísimo pecado de anteponer el circo al pan.

El Circo solo no llena los bolsillos ni lleva al pan a la mesa y la alegría o la tristeza por un un juego ganado o perdido. No repara el hambre, ni la pobreza, ni la indigencia, ni resuelve la inseguridad, ni acaba con la inflación.

La presuposición de que esa ilusión óptica propuesta por la política pudiera funcionar es un error substancial, y un desprecio radical respecto de la sociedad entera.

Ya nadie se confunde. 

Si todo aumenta, nadie, pero nadie va a considerar que los precios bajan. 

Si los salarios se devalúan, nadie, pero nadie va a percibir que cobra mas por arte de magia del Mundial. 

¿Quien puede suponer lo contrario sino algún jibarizado con poder encerrado en un microclima que es un espejismo?

Todos los días la Argentina nos da sorpresas fuera de las pantallas y de los estadios y no vienen siendo positivas. 

En estos días se aguarda un fallo de la justicia que no sería del agrado de la vicepresidenta. Nos parece un hecho anormal, pero tiene y va a tener alto impacto. La política está en crisis y en crisis profunda. 

Messi y los demás juegan en otro campo de juego, son 11 contra 11 cada vez que compiten, y pueden alegrar o entristecer a 45 millones, pero no tienen el poder de imponer mentiras absolutas.

La realidad existe. Esta verdad de Perogrullo de pronto merece ser recordada.

Los que viajan colgados en los trenes que siguen siendo vetustos y estrechos para tantísimos que los utilizan, podrán y de hecho hablan de fútbol en sus trayectos apretujados, pero los cuerpos se compactan sometidos a la condición de vacunos que sufren el enjaulamiento. Los que aguardan el colectivo en filas interminables, a veces por paros o por piquetes que los demoran, podrán conversar en las filas sobre los partidos, pero están allí esperando y no se espera un colectivo sino con ansiedad y premura. Los que hacen colas en los hospitales desde la madrugada, a veces para obtener un turno o un medicamento, no se olvidan de sus enfermedades, no se curan porque el Mundial ocupe las pantallas.

El fútbol importa y es un juego que maravilla y que moviliza, pero no contiene el poder demoníaco de ausentar a las mentes de las preocupaciones, de la incertidumbre, de la conciencia de saber que no sabemos muy bien hacia donde vamos. 

Porque no sabemos hacia donde vamos, porque hay una cierta desbrujulización, porque estamos apartados de la seguridad que ofrecen los proyectos concretos y que no ofrecen los parches que buscan ser reparatorios, pero que nos siguen condenando a la irresolución.

El sociólogo Norbert Elias enseñó en sus reflexiones sobre deporte y política que los juegos son formas sublimadas de las guerras, vencedores y vencidos, el drama y el show de una batalla convertida en divertimento. El deporte es una evolución de la condición humana, pero su uso político es una involución que mancha a la evolución, que la horada desde adentro.

Hay un país que continúa soportando, y trabajando y estudiando, y que a la vez mira al fútbol mundial.
Hay una Argentina resistente a innumerables males y desmanes. 

Pero que no olvida, claro. Porque no puede olvidar que jamás el Circo sustituirá al pan.