El hombre que no le tiene miedo a la muerte

Sociales 01 de julio de 2022 Por Leandro Barni
Sergio Rodríguez lleva casi una vida dedicada a tratar con el dolor ajeno. Los secretos de un funebrero que fue empleado y hoy es dueño de la única cochería de Cañuelas, donde comparte el trabajo con sus hijas, esposa y yerno.
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La pequeña empresa familiar de Rodríguez, de 62 años, tiene a algunos de sus parientes de empleados en la funeraria.

A Sergio Rodríguez la muerte le ronda desde hace tres décadas. Y para él no es ningún tabú ni hay que tener miedo. Comprende que se deben tener reglas. En su trato tiene algo de psicólogo, de antropólogo, de abogado y ceremonial. Y siempre se pone del otro lado, pensando en el cliente.

Sus intervenciones con los servicios fúnebres las trasladó a sus dos hijas (Belén y Brenda) y a su mujer (Elizabeth), además de un yerno, que trabaja junto a ellos. Todos cumplen con un rol, de manejar los autos, de ir a buscar los cuerpos y las cenizas, de las honras, de presentar el cuerpo en buenas condiciones, sobre todo cuando fueron sometidos a autopsias y hasta algunos conocen el arte de momificar, algo que no pusieron en práctica porque nadie pidió el servicio.

Cuando Sergio termina su trabajo ya no recuerda nada y se mete en la rutina familiar, ampliada desde hace unos años con los nietos.

Muchos lo conocen de atender una zapatería y luego una florería, desde donde empezó a conocer el extraño oficio funebrero. Hasta que la muerte se le metió en su vida y hoy lidera la actividad en Cañuelas. Maneja la cochería de Rivadavia 134. Con el tiempo se convirtió en la única casa de sepelios para los habitantes de Cañuelas. Tienen dos salas y ya están acondicionando una tercera en la esquina.

“Me formé solo. Fui empleado en una cochería. Y realmente es un trabajo que aprecio y sobre el cual no dejo de pensar que, cuando me tocan el timbre, es para tratar con personas que están sufriendo porque recién se les murió alguien. Hay que contenerlas y dialogar con ellas. No es un negocio frío como pueden llegar a pensar algunos”, afirma Sergio, con su voz grave, piel morena y porte de hombre alto.

Mientras tanto, disfruta de estar en familia, de ir a cenar y bailar los sábados con su esposa y de ser reconocido y apreciado por muchos vecinos de diferentes barrios. Además, es socio fundador de un club de vehículos antiguos cañuelenses, por el cual tiene un Ford Falcon y quiere volver a tener un Ford A.

Ya vivió los servicios funerarios de varias horas y de permanecer toda la noche con los deudos. “Hoy es todo más rápido, con un servicio alrededor de cuatro horas y cada vez son más los que prefieren la cremación. Además, la noche no tiene la seguridad de antes. También cambiaron los materiales y tipo de ataúd”, le cuenta a El Ciudadano en su oficina, donde no hay ninguna referencia a lo que se dedica.

En varias ocasiones, durante la entrevista, va a decir “me gusta lo que hago” y  “el compromiso de trabajar para la gente que pasa un momento muy difícil”. Rodríguez es un tipo sensible.

Reconoce que después de tantos años ejerciendo el oficio, las muertes violentas son los momentos más duros de la gente que acude a su negocio, como la de los padres que pierden a un hijo. “Son situaciones tremendas, terribles”, califica. También tiene muchas anécdotas y de diversas calidades.

Otra particularidad de este hombre es la de conocer buena parte del país haciendo traslado de los fallecidos. Y hasta se ocupó de la ceremonia de su hermana, cuando todavía no tenía tanta experiencia. “Igual quise hacerlo yo a modo de homenaje”, afirma. Le tocó despedir a amigos y conserva en su casa las cenizas de su padre.

Entre los fenómenos más recientes, se refirió a los fallecimientos en plena pandemia. “El duelo es clave y mucha gente no se pudo despedir”, cierra.

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