Oscar Silva, el payador de Cañuelas

Nuestros Artistas 10 de octubre de 2020 Por El Ciudadano
Representante del folklore local con un amplio recorrido. Aprendió el arte de payar de pequeño mientras juntaba los animales en el campo y hoy la tradición continúa.
SILVA TAPA

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El último jueves cumplió 64 años y humildemente sostiene que es el payador de Cañuelas “porque no hay otro”. Lo cierto es que Oscar Silva recorrió el país y parte de Sudamérica con sus improvisaciones. 
Desde pequeño, en el tambo donde trabajaba su padre, recibió la influencia criolla aunque no pudo dedicarse de lleno a su pasión y optó por mantener un trabajo estable en la empresa Mercedes Benz donde estuvo por más de tres décadas. Sin embargo, en todo ese lapso mantuvo vigente su vocación organizando viajes y horarios. Desde que se jubiló, hace siete años, tiene una cerrajería en su casa cerca de La Finaco y su hijo Pablo es quien lo acompaña con la guitarra en los shows. 
“El trabajo de payador lo hice con mucho respeto y vocación, porque si uno pretende caminar por lugares donde lo convocan tiene que tener una buena presentación, una ‘pilchita’ más o menos y tener en qué viajar. Obvio que cuando ingresaba algún dinero bienvenido sea”, destacó Oscar Silva ante un llamado de este semanario.
De recién nacido Oscar vivió en la famosa Guardia del Juncal antes de que sea reconocida como un lugar histórico. Alrededor de los cuatro años se trasladó a Brandsen hasta que a los quince volvió al pago cañuelense con su familia. Su comienzo de payador inició de ‘changuito’ cuando “andaba haciendo versos” mientras juntaba las vacas y los terneros del tambo. En las reuniones familiares recitaba las coplas, pero recién a los 22 años se compró su primera guitarra criolla en Casa Núñez y empezó a estudiar con profesores y amigos. “Arranqué de pibe porque había un programa muy conocido en la zona rural, hasta los 15 años fui tambero con mi papá, lo escuchaba los miércoles y sábado se llamaba Amanecer Argentino; ahí estaban todos los payadores consagrados. Era joven, lo escuchaba, me gustó y empecé a armar versos. En el año 1982 me empecé a mezclar con figuras consagradas, comencé a frecuentar y con un hombre recorrimos distintos lugares”.
A partir de allí visitó radios, peñas y jineteadas; cuando se dio cuenta estaba involucrado de lleno en el ámbito de los payadores “que no eran más de 15 en todo el país”, detalló Silva. 
Con la payada conoció Uruguay, Brasil y casi toda la Argentina. Uno de los viajes que más recuerda fue su paso por Cuba en 1997 para participar en el Encuentro Iberoamericano de la Décima. “Llegué el 28 de junio de 1997 y me vine el 12 de julio. Representamos la historia de Atahualpa Yupanqui, fue muy rico. Había gente de Puerto Rico, Colombia, Brasil, Ecuador, Panamá, Chile, Uruguay. Al resto de Centroamérica le sorprende la rapidez con que nosotros armamos un verso y éramos muy bienvenidos”, sintetizó Silva. También evocó una aparición en un programa de trasnoche del canal de noticias de cable Crónica. 
“Soy bastante conocido pero nunca se me subió el humo a la cabeza. Tengo las puertas abiertas adonde voy y me he ganado un respeto pero no por ser buen artista sino porque uno tiene que aprender a portarse bien en la vida. Me conocen como el payador de Cañuelas porque no hay otro”, enfatizó entre risas el artista que tiene siete grabaciones entre cassettes y CDs, con temas suyos y de otros autores, que vende en los encuentros de payadores.                 
“Una buena payada depende de la capacidad intelectual”, exaltó Oscar y desarrolló “a veces confunden a la persona que hace un recital con un payador. El payador es el que improvisa en el momento, después el recitador es el que dice versos hechos y es ‘familiar’ del surero. El payador nace como una piedra rústica que después se tiene que pulir con ejercicio, estudio para superarse. En el encuentro de payadores el que organiza lleva de seis a doce, la gente pide los temas que pueden ser el mate, los caballos, la situación que estamos viviendo, como la pandemia, ahí viene la capacidad intelectual de preparación de cada payador. Después viene el contrapunto en donde lo normal son dos pero ya es otra cosa”.
Con respecto al apoyo del público Silva reconoció que “se ha ido perdiendo, estamos en plena decadencia, dejando de lado la pandemia. El público ha ido perdiendo afecto al arte de los payadores y a ese tipo de cosas, esa es la realidad”. No obstante, en el contexto de reuniones virtuales los payadores no se quedan atrás y realizaron encuentros por Zoom para mantener la mente agilizada.

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Silva junto a Leonardo Miranda en una fiesta en Junín.


Lic. Marcelo Romero – [email protected]