Cierra un ícono de la gastronomía de Cañuelas con fuertes raíces italianas

Corría el año 1955 cuando Ágata y sus hijos abordaron un barco que zarpaba de Italia con rumbo a la 'tierra prometida' en la Argentina. Huyendo del hambre de la posguerra europea, la familia Capistrano emprendió un viaje lleno de sueños y esperanza. Emanuel, el padre, había adelantado el trayecto para preparar el terreno en el nuevo continente, dejando atrás a su esposa y a los pequeños Francisco, Domingo, Pino y Nicola (en Argentina nacería el último vástago: Tomás), quienes pusieron pie en suelo argentino más tarde. La primera etapa de su vida en el país los llevaría -finalmente- a instalarse en Cañuelas, un destino que nunca imaginaron que marcaría el inicio de una dinastía gastronómica.

Tomás fue el único hijo nacido en Argentina. El resto de la familia provenía de Catanzaro, en la región de Calabria (Italia). Como muchos inmigrantes del siglo pasado, los Capistrano trajeron consigo la cultura del trabajo y el espíritu incansable del viejo continente, lo que les permitió insertarse rápidamente en su nueva realidad. Antes de establecerse en Cañuelas, vivieron en varios puntos del conurbano como Quilmes, Avellaneda y Tres de Febrero, adaptándose a nuevas vidas mientras abrían otros caminos.

Durante los primeros años, Emanuel trabajó como operario en la fábrica Siam de Valentín Alsina, en Lanús, mientras sus hijos exploraban el mundo culinario al lado de familiares que ya formaban parte de este sector. Estas primeras experiencias les sembraron las primeras lecciones de una vida dedicada a la cocina.

Fue en 1964, cuando algunos hermanos trabajaban en una pizzería de un tío, en Carlos Casares, cuando escucharon hablar por primera vez de Cañuelas. Con curiosidad y mucha expectativa, Domingo y Pino, aún adolescentes, viajaron a conocer la zona. La tranquilidad de aquel pequeño pueblo los enamoró. Donde antes oían el bullicio de trenes y gentíos, hallaron amplios campos y una paz desconocida. Ese breve viaje se convirtió en la chispa que llevó a toda la familia a trasladarse en enero de 1970.

Al llegar, alquilaron un restaurante conocido como “San José”, ubicado en el kilómetro 64 de la Ruta 3 frente a la Finaco. En este local, el legado culinario de Ágata empezó a cobrar vida. Su emblemático plato de 'pollo a la calabresa' se convirtió en un emblema, acompañado de pastas caseras y guisos típicos como mondongo y lentejas. La familia se dedicó por completo al restaurante, incluso cultivando su propia huerta, con las verduras que Emanuel sembraba con esmero, lo que les dio un toque auténtico que atraía tanto a camioneros como a turistas ocasionales.

Nace “Los 5 hermanos”

Durante 15 años, la familia Capistrano administró con éxito el restaurante “San José”, pero en 1981 decidieron ampliar sus horizontes. Compraron un boliche en la esquina de las calles Libertad y Ruta 205, al que bautizaron “Los 5 hermanos”. Este local, cargado de historia, ya había pasado por varias manos y funciones desde los tiempos en que fue fundado como almacén a principios del siglo XX. Pero bajo la conducción de los Capistrano, se transformó no solo en un restaurante, sino en un ícono de la gastronomía de Cañuelas.

El impacto de su trabajo fue tal que, en 2017, el establecimiento fue reconocido como parte del Patrimonio Cultural del partido de Cañuelas. Este reconocimiento no solo habló del valor histórico del lugar, sino también del legado y la influencia que la familia construyó a través de décadas de dedicación.

El éxito de “Los 5 hermanos” no detuvo a los Capistrano. A lo largo de los años, comenzaron nuevos proyectos como la confitería Scilla, una granja en el centro de Cañuelas y varios emprendimientos más en zonas vecinas como Lobos. Sin embargo, los tiempos cambiaron. Desde la pandemia por el coronavirus hasta la ralentización de la vida familiar, el restaurante enfrentó retos que hicieron que la familia reflexionara sobre el futuro.

El 29 de diciembre de 2024 marca el cierre definitivo de “Los 5 hermanos”. Con nudos en la garganta y agradecimiento eterno a quienes los acompañaron, José (Pino) y sus hermanos decidieron que era hora de apagar las hornallas y cerrar las puertas que tanto habían significado para su familia y para el pueblo de Cañuelas.

Clientes fieles, recuerdos de sus padres y el legado que construyeron juntos seguirán vivos mucho después del cierre del restaurante. "Es un hasta siempre, porque si me dieran a elegir cualquier parte del mundo, siempre escogería Cañuelas", confesó Pino, poniendo fin a una era irremplazable en la historia de la gastronomía local.