Hasta siempre Alex Juan Carlos Campo

Protagonistas cañuelenses 01 de junio de 2020 Por El Ciudadano
La injusta muerte del cañuelense conmovió a la comunidad local, movilizó a la familia galguera y emocionó a la sociedad argentina que replicó a nivel nacional el reclamo de justicia. Su madre recordó con El Ciudadano momentos de la vida del adolescente.
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Alex junto a su madre Claudia.

Alex Campo nació en el Hospital local Angel Marzetti cerca de las 7 de la mañana del 26 de junio del año 2004, el pasado domingo cuando Rodolfo Sánchez atropelló su vida estaba a un mes de cumplir 16. 
La mamá del querido joven galguero, Claudia Cortes, recibió a este medio en la intimidad de su hogar, ubicado en la esquina de las calles Allende y Mercante frente al Monte Mateo del barrio Guzzetti. Sentada junto a su hermana de la vida, Sandra Coronel, relató “fue un parto difícil pero salió todo bien. En ese momento vivía en Villa Adriana. Vinimos –al hospital– con el papá en colectivo –Línea 51– eran como la una de la mañana. Después vino el largo trabajo de parto, pero lo más maravilloso es cuando te dan a tu hijo”. Así llegó Alex a los brazos de su mamá y comenzó un vínculo de amor y sacrificio.   
Al cabo de unos años Claudia y los chicos se mudaron al barrio San Ignacio; luego se trasladaron a La Unión donde vivieron a la vera del arroyo por lo que cada tanto sufrían las inundaciones de la zona. A pesar de los problemas Alex comenzó su escolaridad en el Jardín 909 ‘René Favaloro’, luego cursó la primaria en la Escuela Nº11 y con mucho esfuerzo atravesó los primeros años de la secundaria en la Media Nº2. “Era re vago –se ríe la madre–. Casi que ya debía haber terminado, en la Escuela Nº11 hubo como un curso de aceleración porque ya eran grandes y ahí pasó a la secundaria. Le costó pero siempre fue, este año había vuelto al curso de aceleración pero él quería trabajar”.
En sus años de infancia el niño comenzó relaciones muy especiales que lo marcarían hasta sus últimos días. Primero formó parte de la ‘La Casita del Niño’, espacio donde brindan asistencia a familias humildes en el contraturno escolar, y conoció a ‘Fico’ –entrenador de deportes– que lo incluyó en el ámbito de Las Cañas Rug-by Club junto a sus hermanos ‘Balú’ (18 años) y Alan (19). También por esa época se hizo amigo de ‘Tango’, el galgo que lo acompañó hasta el último adiós.
En Las Cañas lo recibieron como un campeón más. No hubo diferencias y lo aceptaron como parte de la familia. “Estuvo muchos años, era muy chiquitito cuando empezó, estaba en la Primera categoría de las Infantiles y jugaba de todo. En Las Cañas me becaron a tres hijos, nunca discriminaron a ninguno de los tres, te lo digo desde la posición económica. Siempre nos trataron como a uno más, aunque fueran con zapatillas rotas, siempre nos ayudaron con los botines, las remeras o los viajes. Yo no iba mucho al club por mi trabajo pero me gusta porque es una familia, en el club somos todos iguales, no hay rico ni pobre y siempre voy a estar agradecida por eso”, afirmó la integrante del Movimiento Territorial de Liberación (MTL) y con alegría explicó “Alex vendía rifas y dulce de leche por el centro para recaudar fondos para las giras con el club, era chamullero para eso, tenía ‘parla’ para hablar con la gente y no le daba vergüenza, la gente siempre lo ayudó”. 
Luego de muchos años de jugar al rugby en el 2018 el adolescente, hincha de River, cerró su participación en Las Cañas con un torneo en Mar del Plata. Decidió tomar un descanso para integrar un equipo de fútbol con sus amigos de San Ignacio que compitió en el Torneo Infantil Barrial y ganó una copa. En el pago jugaba para el combinado del barrio Guzzetti; aunque en las últimas semanas le confesó a su mamá que los amigos de Las Cañas le escribieron para que vuelva y que había decidido hacerlo cuando finalice la cuarentena por el COVID-19. Nunca dejó del todo el vicio por la ovalada ya que en los días de barro y lluvia con sus hermanos, más los amigos del lugar, se juntaban para chocar en scrums en un terreno al costado del camino de tierra.
El celular no deja de sonar sobre la mesa larga en donde se reúne la numerosa familia de siete hermanos; Cortes hace una pausa y señala algunos de los amigos de la vida de su hijo. ‘El Peke’ –hijo de Sandra–, los Teleche, los Leguizamón, ‘Manchita’ –perra mestiza que se volvió cazadora–, ‘Tango’ –galgo que lo acompañó desde chiquito– y ‘Perla’ –la galga más querida por el adolescente–. 
Respetuoso, le gustaba ‘El Pepo’ y ‘Mala Fama’, dos grupos cumbieros de la barriada popular. A la última banda la vio en vivo en Plaza de Mayo en un acto partidario donde alentó desde debajo del escenario. Comentan que empezaba a ser algo mujeriego pero “nadie reclamó hasta el momento”, festejó Claudia.   
El riverplatense de 15 años hacía dos meses que había empezado a trabajar como ayudante de albañil con un vecino, la madre no estaba tan convencida pero dio el permiso. En unos meses el progreso de Alex fue impresionante; avanzó rápidamente en el oficio, se compró una moto –con las reprimendas y la autorización final–, quería ayudar a terminar la casa de la familia con sus incipientes conocimientos de albañilería y proyectaba construirse una pieza para “sus cosas”, ya tenía los materiales. “Yo no lo dejaba porque para mi era chiquitito pero al final le dije que sí. Trabajaba todos los días, entraba a las ocho y me pedía que lo levante a las siete. Estaba contento porque: ‘el patrón me enseño muchas cosas’, me decía. Me dijo: ‘me voy a comprar una moto’; yo tenía dudas, le dije ‘¿por qué no una bici? es mejor’. En una semana se compró la moto y estaba re contento”, narró la mamá y sus ojos luchan por contener la emoción.      
Sueños, ganas, progreso, aventura fueron las características del cañuelense. ‘Manchita’, ‘Tango’ y ‘Perla’ fueron sus aliados en cada caza y testigos de una mañana trágica. ‘Manchita’ intentaba reanimarlo con su hocico y no abandonó el lugar hasta que culminaron las pericias. Todo Cañuelas, la comunidad galguera del país, los familiares, ‘Manchita’, ‘Tango’ y ‘Perla’ despidieron con lágrimas y dolor al eterno Alex en la fría mañana del martes en los pasillos del Cementerio Municipal.


Marcelo Romero
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