Crimen y misterio por el turco hallado en la Ruta 3: investigan un ajuste de cuentas

El cuerpo apareció con signos de violencia. La hipótesis incluye préstamos informales y un conflicto sentimental con otro ciudadano de su nacionalidad. Según la autopsia, tenía golpes en la cabeza y en tórax. Además, según el examen, el joven falleció hace más de un mes.

Policiales03/12/2025Leandro BarniLeandro Barni
turco
El cuerpo apareció casi por azar, en un sector de banquina alta y vegetación espesa en el kilómetro 82,5 de la Ruta 3.

El hallazgo del cuerpo de Efe Saravoglu, un turco de 24 años buscado intensamente desde el 27 de octubre, abre un rompecabezas criminal que apunta a un crimen ¿planificado?. La policía halló manchas hemáticas en el auto del principal sospechoso, otro turco que salió del país días después. 

El cuerpo apareció casi por azar. Fue el viernes 28 de noviembre pasado, en un sector de banquina alta y vegetación espesa en el kilómetro 82,5 de la Ruta Nacional 3, en Cañuelas. Personal de Vialidad realizaba tareas de corte de pasto cuando detectó algo entre los yuyos, sobre un pequeño declive que desemboca en una cuneta. Al acercarse, confirmaron lo peor: era un cadáver en avanzado estado de descomposición, boca abajo, vestido con un buzo negro, jean azul y zapatillas. Tenía, además, algo imposible de pasar por alto: una máscara roja de Spiderman en un bolsillo.

Esa imagen —inequívoca, perturbadora, anómala— fue lo primero que llamó la atención de la Policía Bonaerense y de la Fiscalía N.º 2 de Cañuelas, a cargo de Norma Pippo, que investiga el caso como un homicidio. No había señales de entierro ni intento de ocultamiento sofisticado: el cuerpo había sido arrojado allí, a la vista de cualquiera que tuviera la mala suerte de pasar lo suficientemente cerca.

El caso expone una trama donde se cruzan migraciones recientes, vínculos todavía difusos, un vehículo clave y pistas que llevan desde el conurbano hasta África del Norte. Y, sobre todo, una pregunta que se repite entre los investigadores: ¿fue un ajuste de cuentas con mensaje incluido?

A metros del cadáver se encontraron documentos personales. Cuando los efectivos cruzaron los datos con el Sistema Federal de Búsqueda de Personas Desaparecidas y Extraviadas (SIFEBU), todo cerró: los papeles pertenecían a Efe Saravoglu, de 24 años, ciudadano turco, con residencia temporal en la Argentina. Era el mismo joven cuya desaparición había sido denunciada el 27 de octubre en la Ciudad de Buenos Aires.

Recién llegado y con residencia temporaria en Buenos Aires
Efe Saravoglu, oriundo del pueblo de Erenköy, en la provincia turca de Çanakkale, vivía en Buenos Aires con residencia temporaria. Había llegado este año a la Argentina, llevaba una vida discreta y según la policía porteña, tenía “escasos lazos sociales estables”.

Se encontraba desaparecido desde el 27 de octubre de 2025, fecha de la última comunicación con su padre, Altug Tansel Saravoglu, y también de la última señal registrada por su teléfono móvil. Desde entonces no hubo actividad en redes sociales, telefonía, cuentas bancarias ni plataformas digitales.

El aviso del consulado y el comienzo de la búsqueda
La investigación se activó a partir de una alerta emitida por el Consulado de Turquía en Buenos Aires, luego de que la familia perdiera contacto con el joven. A partir de ese aviso, la justicia porteña tomó declaración a varias personas del entorno de Efe.

Entre ellas declaró la ex pareja de “Tunka” —como lo llamaban en algunos círculos— y un amigo cercano, aunque ninguno aportó información relevante sobre su paradero. Una tercera persona, una mujer allegada a Saravoglu, dijo ante la justicia que antes del 27 de octubre llamó al 911 porque Efe le había contado que “su padre era mafioso, que lo había matado y que su hermano tenía cáncer”.
La investigación comprobó luego que ninguna de esas afirmaciones era cierta: el padre declaró ante la Fiscalía con normalidad después de esa fecha y confirmó que enviaba dinero a su hijo, quien lo retiraba en pesos argentinos.

Noches de Palermo, contactos efímeros y una vida delimitada
La Policía de la Ciudad de Buenos Aires realizó un relevamiento detallado de sus pasos en la ciudad. Distintos testimonios coincidieron en que Efe frecuentaba locales nocturnos de Palermo. También mantenía vínculos esporádicos con mujeres a las que contactaba por Telegram u otras plataformas, con quienes asistía a eventos o regresaba a su domicilio.

La Policía secuestró los discos del sistema de videovigilancia del edificio donde vivía, pero las imágenes no mostraron su salida: los registros se sobrescriben cada siete días.

La escena en la ruta
El cuerpo fue hallado en la banquina, a unos pocos metros del asfalto. Llevaba consigo su billetera con documentos, incluida su credencial escolar de Turquía, y una tarjeta de débito a nombre de Sofía Antonella Santolini, cuya relación con el joven aún se investiga.

La identificación se confirmó por la documentación, pero también por los tatuajes: una ballena en el brazo derecho, una serpiente en el izquierdo y un gato con un cuchillo en la pierna izquierda.

Uno de los elementos que más llamó la atención de los investigadores fue la presencia de una máscara del Hombre Araña en el bolsillo trasero del pantalón. Un detalle extraño y desconcertante, que todavía no tiene explicación en el expediente.

La causa de muerte y lo que viene
Con los resultados de la autopsia, la fiscalía cuenta ahora con los primeros datos firmes: Saravoglu sufrió golpes contundentes en la cabeza y el tórax, lesiones compatibles con una agresión violenta. El tiempo estimado de muerte —más de un mes antes del hallazgo— coincide con la fecha en que se perdió su rastro.

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Saravoglu, un turco de 24 años buscado intensamente desde el 27 de octubre.

La última noche: un amigo, un auto y un viaje

El último día en que se lo vio con vida, Saravoglu fue pasado a buscar por un amigo suyo, también turco, en un Peugeot 207, gris, con baúl. Según los registros del celular de la víctima, su teléfono impactó por última vez en la Ciudad de Buenos Aires ese mismo 27 de octubre. Por eso, inicialmente, la búsqueda se centró en Capital.

Pero el derrotero tecnológico cuenta otra historia: el celular del amigo marcó actividad en Cañuelas al día siguiente, el 28. Es decir, exactamente en la zona donde un mes después encontrarían el cuerpo.

Tras la desaparición de Saravoglu, ese amigo hizo algo que ahora parece una señal reveladora: vendió el auto, primero a una concesionaria de Capital, y luego el vehículo terminó en manos de un particular. Fue la Policía Federal, que llevaba adelante la búsqueda por desaparición, quien logró reconstruir la ruta del Peugeot y lo secuestró para pericias.
Allí apareció la primera evidencia contundente: manchas hemáticas en el interior del vehículo. No se trataba de un pelo o un rastro casual. Según confirmó una fuente judicial, eran manchas compatibles con sangre.

El dato clave llegó después: ese mismo joven, ahora principal sospechoso, abandonó Argentina el 7 de noviembre rumbo a Marruecos. Migraciones registró su salida legal por Ezeiza. Desde entonces, su ubicación es incierta: algunos datos lo ubican en España, otros en Medio Oriente. No tiene pedido de captura, pero la fiscalía analiza si corresponde solicitar cooperación internacional.

Sin antecedentes criminales, pero con un entorno vidrioso
Pese a la espectacularidad del hallazgo —un cuerpo y máscara de superhéroe arrojado en una ruta desolada—, el expediente no muestra vínculos de Saravoglu con el narcotráfico o con redes criminales internacionales. Pero los testimonios y los datos recientes aportan una trama oscura.

Declararon ante la fiscalía habitués de dos boliches de Palermo donde solían verlo. También se investiga su actividad en Telegram, donde mantenía contactos con varias mujeres. Pero lo que más pesa es la versión que aportaron fuentes policiales: “Viene de una familia de mala fama. El padre manejaba plata, movía noche, joda. Él se había hecho amigo de otro turco… y se metió con la mujer de ese turco. Ese tipo se enteró.”

Este supuesto triángulo amoroso coincide con otra hipótesis que la fiscalía considera: un ajuste de cuentas ligado a préstamos informales. Una línea investigativa apunta a movimientos de dinero vinculados a un casino, donde Saravoglu podría haber adeudado una suma importante.

Para los investigadores, las dos hipótesis —problema de “polleras” y deuda financiera— no se excluyen: ambas podrían haber sido parte del mismo conflicto.

Detrás de los datos que hoy reconstruyen los investigadores —sus movimientos, su llegada al país, los lugares donde estuvo, incluso el ingreso a La Bombonera para ver un partido de Boca Juniors— hubo necesariamente alguien que le tendió la mano. Alguien lo ayudó a conseguir una entrada, alguien le alcanzó una camiseta, alguien lo acompañó en su primera socialización local. Esa red existe, aunque todavía no esté plenamente identificada.

Los interrogantes se multiplican: ¿con quién vivía?, ¿de qué trabajaba?, ¿quién le dio dinero o alojamiento?, ¿qué círculos frecuentaba? En la reconstrucción de sus últimos días aparecen fragmentos de historias, pero nada que permita entender qué hacía un joven turco recorriendo barrios porteños, asistiendo a un partido y luego desapareciendo sin dejar rastros.

Consulado, policías y jurisdicciones en tensión


La desaparición de un ciudadano turco activó desde el principio a el Consulado de Turquía en Buenos Aires. No es lo mismo investigar a un ciudadano regional —uruguayo, brasileño— que a alguien sin lazos inmediatos en el país. La embajada aportó información, aunque no toda la que se esperaba, y la reconstrucción del círculo social continúa en curso.

Por su parte, la Policía Federal Argentina intervino a través de su División de Investigaciones Especiales, la misma que tenía la búsqueda del joven. Aunque el cadáver apareció en jurisdicción bonaerense y la investigación quedó inicialmente bajo la Fiscalía N° 2 de Cañuelas, especialistas creen que el caso pasará al fuero nacional, en la Fiscalía N°30 porteña, por la proyección internacional que ya tomó.

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El cuerpo presentaba un corte en el abdomen, compatible con una herida profunda.

Un crimen con planificación y un mensaje


El hallazgo de la máscara de Spiderman encendió todas las alarmas. Los policías que llegaron a la escena coincidieron: no se trataba de un accesorio puesto al azar. Es un mensaje. Un sello. Un modo de marcar a la víctima para quien debía entenderlo. Sin embargo también podría ser que ese accesorio era para ir a bailar a fiestas electrónicas.

El cuerpo presentaba un corte en el abdomen, compatible con una herida profunda. Los investigadores creen que la escena primaria del crimen fue el Peugeot 207, donde aparecieron las manchas de sangre. La ruta de Cañuelas habría sido la escena secundaria, elegida para descartar el cuerpo en un lugar sin cámaras —solo hay dispositivos en el peaje del kilómetro 80— y con escaso tránsito nocturno.

La muerte habría ocurrido el mismo 27 de octubre. Sin embargo, el abandono del cuerpo en Cañuelas pudo haber sido posterior. La vegetación alta y el declive del terreno hicieron que el cadáver permaneciera invisible durante semanas, hasta que el pasto fue cortado.

La ruta, el cuerpo y la escena que parece un mensaje

El cuerpo fue hallado en un descampado, no lejos del asfalto, cuando podrían haberlo ocultado unos metros más adentro. Ese detalle, para los investigadores, es decisivo: quien abandonó el cadáver quiso que alguien lo encontrara. La máscara, los documentos, la disposición del cuerpo: todo sugiere una escena instalada para comunicar algo.

Quienes analizan crímenes vinculados a organizaciones delictivas lo describen como “una puesta en escena contradictoria”: decisiones improvisadas junto a decisiones simbólicas. Una mezcla de apuro y mensaje.

A eso se suma el factor territorial. Si la persona que luego salió del país hacia África descartó el cuerpo, es probable que desconociera la zona y haya optado por lo más rápido: dejarlo al borde del camino. Recién un mes después, el corte de pastos permitió que la escena quedara plenamente visible.

 La justicia, entre teléfonos y rutas

Ahora, la fiscal Pippo analiza los resultados de la autopsia. La pericia tecnológica sobre los celulares será determinante: permitirá reconstruir con precisión los movimientos de la víctima y del sospechoso entre el 27 y el 28 de octubre.

Otro punto clave es trazar la ruta del Peugeot. Las cámaras del peaje, las municipales de Cañuelas y las de autopistas podrían permitir un seguimiento minuto a minuto del recorrido del vehículo la noche del crimen.

A pesar de la magnitud del caso, aún no hay detenidos. Pero en la fiscalía lo dicen sin rodeos: “El crimen fue planificado. Y hay dos sospechosos claros.” Uno es el amigo que lo pasó a buscar y hoy está fuera del país. El otro, aún bajo análisis, sería parte del entorno económico que rodeaba a ambos.

Un cadáver que habló un mes después

El caso sacudió a Cañuelas, un distrito que suele aparecer en los policiales por accidentes de tránsito en la Ruta 3, pero no por crímenes con tintes mafiosos y llegó a los medios nacionales. Los restos de Saravoglu estaban a apenas 30 metros de la cinta asfáltica, en uno de los pocos tramos donde la ruta tiene doble mano hacia ambos lados.
Estaba allí, expuesto, con su máscara, como si quienes lo mataron hubieran querido dejarlo exactamente así: visible, simbólico, amenazante.

Lo que falta: pericias, química y la historia final

Las preguntas siguen abiertas: ¿el joven fue asesinado allí o trasladado desde otro lugar? ¿Hubo congelamiento previo? ¿Recibió una herida de arma blanca? ¿Pudo haber sido envenenado? ¿Participaron varias personas?

La autopsia, combinada con estudios toxicológicos, de suelos y químicos, será determinante para fijar la mecánica del homicidio, la cronología y el móvil. Recién entonces podrá saberse si se trató de un crimen improvisado, un ajuste de cuentas de una red delictiva o un mensaje cifrado de resonancia internacional.

Por ahora, lo único indudable es que alguien quiso que el cuerpo fuese encontrado. Y todavía falta encontrar la verdad.

 La investigación continúa. 

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