Es coleccionista, fanático de La Martona y guarda objetos inéditos en su casa de La Plata
Desde hace más de dos décadas, el ingeniero cañuelense junta chapitas, botellas y carteles de los productos de la mítica lechería. Acondicionó toda una sala de su hogar con sus hallazgos en distintos negocios de antigüedades.
La presenta como su “juguetería”. Es en la planta alta de una casa y en toda una sala se exhiben muebles de estilo, vitrinas, exhibidores, un escritorio antiguo, un juego de sillones afrancesados y hasta una mesa con bebidas; todo sobre un piso de madera. Ventanales altos, cortinas blancas y una araña con brazos de cristal. Botellas y botellones, autitos de colección, una pista de autos sobre el piso de madera, chapitas y carteles.
Todas las paredes revestidas de objetos. Y en un sector como especial, los productos de La Martona.
Pero además de los objetos ‘martoneros’, hay botellas y sifones fabricados en Cañuelas de marcas desaparecidas. Sergio Martínez Pintos es un cañuelense afincado hace años en La Plata.
“Para esos años había mucho de lo que hoy llamamos merchandisging. Hasta tengo cosas que no se comercializaban al público. Son objetos de los empleados de La Martona, como medallas por su trabajo, prendedores, una lapicera pluma, vales, sobres sellados, un reloj de oficina, otro reloj pulsera y un encendedor ‘carusita’”, cuenta con orgullo y hasta con un tono informal Martínez, de 62 años, que es ingeniero de Seguridad e Higiene.
A pesar de tener una importante cantidad de objetos de la mítica lechería de Vicente Casares, destaca que “siempre surge alguna cosa nueva y desconocida”.
Entre las más antiguas posee cremeras, botellas cónicas, botellas lisas, de principios de 1900. Y entre las rarezas tiene un cartel de Pampas Argentinas, que era un jabón de crema de leche. Asimismo, resguarda el folletín escrito por Adolfo Bioy Casares y Jorge Luis Borges, para el cual usaron un seudónimo, o un cuadro de un bebé recostado entre botellas de leche y unos perros. También, una ficha para esquilar ovejas con el logo La Martona.
Su fanatismo por esta marca hizo copiar la baranda del balcón de su vivienda con una reja del Galpón 8 de La Martona.
Para armar esta colección suele recorrer los depósitos de chatarras, de cirujas, negocios de antigüedades, compra-ventas, y particulares. En esa búsqueda también está Internet. Cuando se lanzó a esta actividad, hace algo más de 20 años, era raro encontrar artículos de La Martona.
“Yo juntaba botellas y me empecé a comprar de La Martona. Y vino una, otra y otra… Empezás a investigar, te enganchás y a buscar por todas partes. Algunas se compran otras te regalan. Es un vicio y con el tiempo se fanatiza”, concluye.
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