Policiales Por: El Ciudadano01/06/2020

Muerte violenta, justicia por mano propia y el discurso de la inseguridad

Unos jóvenes cazan en un campo. El dueño del terreno los castiga con su 4x4. Propiedad privada, legítima defensa, justificación y miedo al delito.

Imagen internet.

Un pibe menor de edad entró a cazar liebres y perdices con galgos en un campo privado. Lo acompañan otros jovencitos en esa condición.  Esta escena conocida muestra también lo que sienten otros: la inseguridad y algo más.
Como nunca antes había ocurrido la partida de caza terminó con uno de ellos no privado de su libertad, o con una falta administrativa como es la caza ilegal, la caza furtiva. Lo pagó con su vida. Lo dejaron retorcido de dolor, magullado por la carrocería de una camioneta negra 4x4.
 Alex Campo tenía otras ocupaciones además de recrearse en el campo, conseguía sus recursos como ayudante de albañil y vivía con su madre y hermanos. También cursaba el secundario. Pateaba la pelota de fútbol y antes lo hacía con la ovalada.
Una 4x4 que estrujó su cuerpo en desarrollo, puede costar cuatro millones de pesos. sUn productor rural y comerciante salió a perseguirlo. Es Rodolfo Sánchez, quien ¿cuántas veces sufrió un robo?
Este hombre, padre de familia, con pasado deportista con caballos de élite, que tiene varios ingresos económicos, además de algunas deudas al fisco, usó la violencia y su arma fue su enorme vehículo. Por ahora no hay quienes lo defiendan, toleren y justifiquen su accionar ni comprenden al ‘justiciero’, como se hizo con el caso del ingeniero Santos a principios de los años noventa.
Sánchez deslizó como válida su reacción, la de tomar justicia por mano propia. Cuando es el Estado, que tiene el usufructo de la fuerza y el único, con jueces de por medio, quien determina la pena que se debe afrontar ante la ley.
En un pisar el acelerador de su camioneta DOGE RAM, pasó de presunta víctima de un robo a victimario. Ahora se encuentra observado por la ley, a la que infringió, y su acto tiene más que ver con una venganza.
Hasta el momento nada indica que no sabía lo que hacía y ocurría el domingo por la mañana. Hizo todo un relato de esas horas. Tuvo plena conciencia. Después de ser trasladado desde una Comisaría hasta la fiscalía mostró algunos signos de arrepentimiento. ¿Cuántos robos habrá sufrido en sus tierras y negocios?
Por aberrante o grave que resulte ser un delito, que no hubo en este hecho, la respuesta de accionar con violencia evidencia un grado de extravío que tienen algunas personas. No se habla de un episodio que pudo haber obrado en legítima defensa, como atenuante definido en el Código Penal, sino de situaciones que exceden esos límites y que, por consiguiente deben ser prevenidas y, llegado el caso, sancionadas por el Estado.
No hay justificación alguna que autorice semejante actitud como la de Sánchez. Y mucho menos debe evitarse buscar la fórmula de justicia por mano propia.
Cada vez que alguna víctima de un hecho reacciona con violencia contra el victimario –incluso matándolo–, aparecen voces que desentrañan atenuantes, comprenden la reacción y no hacen otra cosa para justificar lo que se llama ‘justicia por mano propia’.
Ante la fiscal Norma Pippo dijo que había visto gente querer llevarse en brazos unos terneros de su campo. Y en otro tramo de la indagatoria aseguró que no pudo controlar la camioneta por el terreno con rocío y el estado de sus neumáticos.
También trascendió que el estanciero, desde el volante de la camioneta, le dijo a familiares del chico, que se acercaron al campo avisados del suceso, “eso le pasa por robarme. Bien muerto está”. De esta manera el acusado de matar a un menor de edad, lo llevó a justificar esa construcción de una víctima de un robo, ya que aquel no era un ciudadano honesto. Y, también, en la misma línea, su muerte la asoció a unos hermanos que tendrían actividad delictiva en la zona rural. Se trata de deshumanizar al otro, que tiene diferencias.
La lógica del acusado es la de ‘algo habrá hecho’, que es la justificación para las muertes de los pibes y jóvenes de los barrios de los alrededores.
Alex y Rodolfo eran vecinos de Cañuelas. El chico era de una familia humilde, salía a trabajar, no poseía causas penales y tenía planes.
Antes que el productor terminara mal mientras era encarado por familiares de Alex, se lo llevó la policía para que no lo agredieran físicamente, en nombre de la defensa del menor arrollado por la 4x4.
¿Es la muerte de Alex un caso de inseguridad?, ¿qué es lo que piensa de la Justicia Rodríguez?, ¿creyó que esos pibes no se iban a ir del campo?, ¿no creyó en la policía a la que no llamó cuando vio a esos extraños?


Leandro Barni
leandrob@elciudadano.com.ar

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