Argentina-Francia, la gran final: el último Messi siempre es el mejor

El Ciudadano Mundial 18 de diciembre de 2022 Por Sebastián Varela del Río desde Qatar
Independientemente de lo que suceda hoy, ‘Leo’ ya es leyenda. Inabarcable, mágico y de época, es el guía de la Selección en la última función. Y es imposible tomar dimensión de su magnificencia. El deseo es que levante la Copa dorada en Qatar.
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¿Será The Last Dance? Messi ya anticipó que está en su último Mundial. Y está jugando en un gran nivel.

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La frase salió como un condimento periodístico, pero sobre todo como un canto de esperanza o como una enemistad con el paso del tiempo. Pablo Aimar la recogió de esa mesa en la que conversábamos y la puso en tinta para siempre: “El mejor Messi siempre es el último”. Esa sentencia podría haberse rubricado nuevamente después del partido con Polonia, a fines de noviembre. O tras Australia, unos días después. Incluso en Países Bajos, amén del inmerecido final en penales. Seguro, además, tras el baile al gigante enmascarado de Croacia. La cuestión está enfrente: nos queda un Messi. Y ya se sabe qué pasa con los últimos Messis.

Independientemente de lo que pase en la final, el Messi de 2022 ya es leyenda. El único problema (si es que así lo fuera) es que lo tenemos demasiado cerca. Se trata de algo así como aquello que ocurre al pararse a un metro de la Torre Eiffel o del Coliseo romano: sin tomar distancia se hace imposible tomar dimensión de su magnificencia. ¿O a cuántos pretendidos sabios futboleros escuchó usted hablar del Zidane inolvidable contra Brasil en el 2006 o del mito de Johan Cruyff y la Holanda del 74? Muchas más cosas se dirán de este Lionel, inabarcable, mágico y de época. Ese que llegó a su quinto Mundial cuando la puerta parecía irse cerrando y la pateó para abrirla de par en par y desterrar así cualquier comparación con el resto de los mundanos que corren por las canchas de este deporte. Messi ya es eterno y todavía no terminó.

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La mayoría de las cosas que pueden decirse sobre aquello que es complementario a Messi suena repetido y fue escrito, grabado y tuiteado antes. Que tiene un equipo que funciona, un entrenador que lo comprende y un proyecto que lo arropó, se sabe. Que se encuentra maduro e indomable, también. Que lo que su físico ha modificado, su cabeza lo ha resuelto mágicamente, está clarísimo. Sin embargo, todavía hay injusticias en el dimensionamiento de Lionel. La comparación maradoniana acaso sea la más grande de esas.

“Messi está más maradoniano que nunca”, “un Leo como Diego” o “está contestatario, rebelde”, son algunos de los lugares comunes en los que se viene cayendo durante los últimos días. Alguien tiene que decirlo: Messi no necesita a Maradona para legitimarse. De hecho, tan grande es lo de Lionel que nadie ha jugado al fútbol como él en una Copa del Mundo desde el 86 hasta este Mundial de Qatar. El rosarino se pone en la cabecera de las grandes mesas de fútbol de la historia y no se sienta debajo de nadie. Ni de Diego, por mucho que amemos a su leyenda. Messi es uno. Uno compartido o “no sé, me resulta injusto comparar”. Dos, jamás. Que quede claro.

Salvado todo el análisis, lo místico parece decirnos que sí, que es. Hay 1000 argentinos por cada francés, los hinchas de Bangladesh e India nos aman y suman un capítulo increíble al relato, los asados multiplican la mística, abuela lalalalá, un chófer se baja del colectivo para festejar con la gente, Diego nos mira desde allá, ‘Leo’ está increíble, salió el cinco de copas, ‘Chiqui’ Tapia se tatuó a Chucky y mil historias más. Pero es fútbol y, valga el exceso de creatividad, son once contra once y hay una pelota. Lo cierto es que ya juntamos todos los elementos extra y una buena parte de los que se disputan adentro de la cancha. Lo otro será todo aquello que los que no nos ponemos la camiseta no podemos controlar. Falta un partido, mañana contra Francia, es cierto. Pero no se olvide, también falta un Messi. Y el mejor Messi siempre es el último.