Perdió su brazo, no consigue trabajo y tampoco recibe la prótesis

Policiales 16 de marzo de 2020 Por El Ciudadano
Era petisero en Puesto Viejo y quedó discapacitado luego de un accidente laboral en el año 2017. En un fallo de la justicia laboral porteña ordenó a la estancia compensarlo. Hasta el momento no logra recibir lo que señala una sentencia e iniciar un tratamiento médico.
Petisero mutilado 1 recortado
Nelson Bravo, de 26 años.

Desde chico andaba en el campo y con caballos. Aprendió a manejar los animales y fue así que empezó a ganarse la vida. Por su oficio ingresó al establecimiento rural Puesto Viejo. Entre todas las tareas con los equinos de polo preparaba la avena para su alimentación. A medida que la máquina cargaba el producto hasta el silo su brazo derecho quedó atrapado. Después de la mutilación estuvo más de una hora tendido en el pasto con los restos de su miembro en un balde con hielo hasta que fue llevado en una ambulancia al hospital Marzetti.
 Por el episodio perdió su brazo derecho.  Llegó con un torniquete confeccionado con venda de un caballo que le practicaron sus compañeros y  ante la ausencia de médico en el lugar y de medidas de seguridad. No le hicieron más que algunas curaciones y una operación en el nosocomio municipal para que en tan solo unos días pudiera volver a su casa y hasta tuvo que recuperarse en los jardines del nosocomio porque no tenían habitación.  Desde allí que no recibe alguna rehabilitación, ni contención psicológica.
 Desde fines de septiembre de 2017 su vida cambió. No sabe qué hacer consigo mismo, pero reflexiona y sigue con vida por su nene de cuatro años y una nena de casi dos años, además de su mujer de veinte y siete. Es un vecino de  la zona rural de Cañuelas que se transformó en discapacitado en un instante. Su esperanza es la de recibir una prótesis y para ello recurrió a la justicia laboral en la ciudad de Buenos Aires, que dictó que es responsable Puesto Viejo.
 “Estaba él como el resto de los trabajadores en un nivel extremo de precariedad laboral. Todo en negro, sin servicio médico de urgencia, sin ART, con máquinas que luego del accidente las alteraron y con imágenes de las cámaras del lugar que desaparecieron. No murió de casualidad. Era todo tan improvisado que la máquina que lo agarra con forma de taladro, no tenía interruptor, tuvieron que apagar sus compañeros el tractor para pararla después que Nelson avisara a los gritos y con el brazo perdiendo sangre”, destaca el abogado Nicolás Schick en su estudio jurídico  en CABA donde se efectuó la nota con El Ciudadano.  
Nelson Bravo es un muchacho delgado, fibroso, con voz aplomada. Hoy desempleado,  sobrevive juntando cartón con un vecino, de la ayuda de unos familiares y de su abogado. Su vida que comparte con la familia, es en una casilla de madera de seis metros de largo por tres de ancho, con piso de tierra, que él mismo levantó en el campo a unos seis kilómetros de una ruta, que prefiere no ubicar por su seguridad física y consejo de su defensor.  Las cosas se complican día a día desde el accidente laboral. Con una sentencia a su favor, no puede cobrar la indemnización y tener la compra de la prótesis ultramoderna.
Manejaba svehículos, participaba de jineteadas, de sortijas y por supuesto de andar a caballo. Ya no las puede hacer.
 Para el letrado su cliente “fue abandonado por la empresa de Puesto Viejo, con la sentencia a su favor fuimos para colocar la prótesis biónica, que llevó horas de estudio, pero ellos no cumplieron, lo dejaron parado. Logramos que sean multados en Cámara desde el año pasado  y además que paguen mensualmente por la incapacidad laboral temporaria, que tampoco se lo dieron. Es muy indignante que con una empresa con muchos recursos del polo y la hotelería, entre otras actividades, que cobran en dólares,  ante un pedido de ejecución, resulta que vaciaron las cuentas, cambian los nombres y hasta efectuaron un traspaso de bienes. Además las cuentas bancarias las llevaron a otra sociedad”.
Nelson cuenta con tercer grado de primaria y nació en La Matanza. Y su mano derecha era con la que se movía. Su esperanza se centra en la prótesis biónica con múltiples articulaciones, con selección de agarre, con baterías, fabricada en Alemania. “Siento todavía cosas. Tengo sensibilidad y puedo hacer un movimiento. Y me imagino que abro la mano, muevo el brazo o también a veces que estoy en la cama como si me picara. Pero cada día que no la tengo voy perdiendo sensibilidad”, asegura el joven.
Bravo exhibe su mano compacta que separa del apoyabrazos de la silla de metal y cuero negro en el escritorio de su abogado para demostrar todavía su potencial.  Luego se levantará la manga de la remera para las fotos. Tiene un muñón que logra mandarle una orden. Lo sostiene, lo inclina, lo vuelve a inclinar, en un movimiento monótono, con una especie de ritmo.
 “Me tengo que adaptar. Me ayuda mi mujer, pero soy yo el que tengo que hacerlo”, explica. “No tengo nada, no tengo trabajo y me la rebusco por mis hijos, sino no sé si estaría acá. Perder un brazo así, no cualquiera aguanta y tampoco no saber qué darle de comer a tus hijos. Matarme y dejar a los hijos sería muy cobarde”, agrega con la cara seria y graves ojos marrones.
 Al preguntar por su imagen que proyecta frente a los niños, cuenta frunciendo los labios y con cierta lentitud: “Es doloroso. Mi nene me dice que me agarró la máquina en el polo, ¿no, pa? Y cuando me vuelve a preguntar le digo que me mordió el chancho. Yo trato de darle como una alegría. Pero es muy doloroso contárselo. La nena cuando se más grandecita me va a preguntar también”. 

Leandro Barni

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