Murió Isolina “Chola” Behrens de Rizzi, la voz poética de Cañuelas

La escritora autodidacta, autora de más de un millar de poemas y figura entrañable de la cultura local, falleció a los 97 años en su casa del barrio Sarmiento. Creció en una familia tambera que forjó su carácter y alimentó los paisajes que más tarde poblarían su poesía.

Interés general01/12/2025El CiudadanoEl Ciudadano
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Publicó seis libros y numerosas ediciones artesanales que regaló en escuelas para acercar la poesía a los chicos.

Isolina Behrens de Rizzi, “Chola” para todos en Cañuelas, falleció a los 97 años. Había nacido el 12 de febrero de 1928 en Gobernador Udaondo, donde creció en una familia tambera que forjó su carácter y alimentó los paisajes que más tarde poblarían su poesía. A Cañuelas llegó en 1945 y, durante una fiesta en el Prado Español, conoció a quien sería su esposo, Alfredo Rizzi. Con él formó una familia y tuvo tres hijos: Silvia, Dardo y Marcelo.

Recién en 1994, ya entrada en la madurez, comenzó a dedicarse a la literatura. Desde entonces escribió más de un millar de poemas que exploraron la vida rural, la naturaleza, los inmigrantes, los personajes del pueblo y la mirada de la infancia. Publicó “Perfume a tierra y cardales” (2000), “Burbujas” (2003), “Alas de cañaveral” (2005), “Bajo el sol de Chiquilandia” (2006), “Magia de otoño” (2009) y “Mi barca de sueños” (2018). Además elaboró, de manera artesanal, pequeños libros infantiles —“Ronda de siete colores”, “Pinochuelo”, “Claro de luna”, “Trampolín” y “Copito rey del sol”— que regalaba en las escuelas para incentivar la lectura.

Toda su obra fue declarada de Interés Educativo y Cultural por el Concejo Deliberante de Cañuelas. En 2003 fue homenajeada por la Legislatura bonaerense como Mujer de las Letras; en 2004, distinguida por el Senado como Mujer Innovadora; y en 2009 recibió un nuevo reconocimiento por su aporte a la cultura. También integró la Antología del Bicentenario y participó durante más de diez años en los coros de Denak Bat y del Centro Cultural Cañuelas.

De sonrisa imborrable y mirada encendida, Chola deja una obra cálida y cercana, capaz de transformar la memoria en poesía y la poesía en un gesto de amor comunitario.

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