Análisis: El crimen de Alex Campo y un fallo que interpela a la justicia, la ruralidad y la desigualdad
Horas más tarde de conocida la sentencia condenatoria para Rodolfo Pablo Sánchez, se difundieron los fundamentos del fallo elaborado por el Tribunal Oral Criminal N°4 de La Plata. Ninguna supuesta violación de la propiedad justifica una reacción letal.
El Tribunal en lo Criminal N.º 4 de La Plata condenó a Rodolfo Pablo Sánchez, de 62 años, por el homicidio agravado por alevosía de Alex Juan Carlos Campo, un adolescente de 16 años que fue atropellado con una camioneta mientras cazaba liebres junto a dos amigos. El hecho ocurrió el 24 de mayo de 2020 en un campo en inmediaciones a El Taladro. El fallo, de 125 páginas firmado por el juez Emir Caputo Tártara, no solo reconstruye una escena de brutalidad sino que también deja en evidencia una profunda grieta social que atraviesa la vida rural.
Aquella mañana, Alex había salido a cazar con galgos, una práctica habitual entre jóvenes de barrios periféricos. Junto a dos amigos, recorría a pie los campos abiertos de la zona. No llevaban armas, solo sus perros. Según estableció la Justicia, cuando los tres atravesaron una de las parcelas, apareció repentinamente una camioneta Dodge RAM conducida por Sánchez. El vehículo aceleró en línea recta hacia ellos y embistió a Alex con violencia. El adolescente murió en el acto.
Los testimonios de sus amigos, José Luis y Agustín Cabaña, fueron claves: describieron cómo el acusado jamás intentó frenar y cómo, tras el impacto, no bajó del vehículo ni pidió ayuda. “Bien muerto está”, habría dicho Sánchez desde la camioneta, de acuerdo con sus declaraciones. La defensa no logró desacreditar estas afirmaciones, que resultaron coincidentes con el resto de la prueba reunida.
Para el tribunal, Sánchez actuó con alevosía. Es decir, se aprovechó de la total indefensión de la víctima. El juez Caputo Tártara sostuvo que existió “intención homicida”, que la maniobra fue deliberada y que no hubo ningún elemento que justificara una respuesta tan extrema. En el terreno no había animales ni obstáculos visibles, y los chicos tampoco presentaban una amenaza. Lejos de un accidente o de una defensa de último recurso, el tribunal vio en Sánchez un agresor consciente de sus actos.
Además de los relatos de los sobrevivientes, los testimonios de la familia de Alex reforzaron el cuadro de crueldad. La madre, hermanos y hermana de la víctima describieron el dolor de recibir la noticia, y recordaron la actitud evasiva del acusado: no colaboró con el traslado del cuerpo, no prestó asistencia y se mantuvo impasible incluso ante los pedidos desesperados de ayuda.
Caputo Tártara planteó: “El hecho se perpetró a traición y sobre seguro, pues los jóvenes, amén de la inminente sorpresa, en momento alguno podían imaginar que iban a ser envestidos por el conductor del vehículo… no resultaba lógico semejante atropello, bien señalado por los sobrevivientes, los hermanos Cabaña, que apenas se dieron cuenta de la inminente presencia de la camioneta, supusieron que iban a ser obligados a salir del lugar, pero en modo alguno -lógicamente- podían imaginarse que se los iba a embestir, y que ello no podía sino causar un resultado muerte, para quien caminaba por el centro de la senda -tal como de inmediato sucedió- dado que la infortunada víctima, en modo alguno pudo desplazarse lateralmente para evitar la mortal embestida”.
Territorio, propiedad y desigualdad
La sentencia no esquiva el contexto social del crimen. En su fundamentación, el juez alude al contraste entre quienes habitan los márgenes rurales —jóvenes con escasos recursos que cazan como parte de una tradición— y ciertos propietarios que, desde una lógica de exclusión, responden con violencia ante lo que consideran una “intromisión”.
El caso de Alex Campo se inscribe así en una discusión más amplia sobre la criminalización de los sectores populares, la defensa de la propiedad privada a cualquier costo, y el rol del Estado en garantizar condiciones mínimas de equidad y seguridad. El tribunal fue claro: ninguna supuesta violación de la propiedad justifica una reacción letal.
La condena a Pablo Rodolfo Sánchez busca marcar un límite. No solo para quienes creen que pueden ejercer justicia por mano propia, sino también para un sistema que muchas veces naturaliza estas muertes como accidentes o excesos comprensibles. El fallo reconoce la vida de Alex, la violencia ejercida sobre él, y la necesidad de construir una justicia más empática con las víctimas.
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