Indignación y bronca de la familia de Agustín Quiñones: el acusado de facilitar el arma asesina ofrece préstamos desde la cárcel
"¿Cómo puede ser que alguien preso por homicidio tenga acceso a un celular y lo use para seguir con sus negocios turbios?", se quejó Yésica, madre del joven. Le apunta a Lucas Natanael Figliomeni, quien le prestó la pistola a Lucas Cabral Giacomini, autor del disparo en la quinta 'La Lorita'.
Una imagen reciente en las redes sociales encendió nuevamente la indignación de la familia de Agustín Quiñones, el joven de 20 años asesinado en una fiesta clandestina durante el verano de 2024 en el barrio San Esteban. La postal digital no muestra sangre, pero duele igual: Lucas Figliomeni, uno de los acusados y detenido por su rol en el crimen, aparece posando con un iPhone desde la cárcel y ofreciendo préstamos de dinero en sus historias, según denunció la familia del chico. El detalle no pasó desapercibido ni para la madre de Agustín, ni para un barrio que aún no se recupera del impacto de aquella madrugada del 14 de diciembre.
“Estos son los asesinos de mi hijo”, publica con furia Yésica Paz, la madre de Agustín, en sus redes sociales. El dolor, lejos de apagarse con el paso del tiempo, se reactiva cada vez que uno de los implicados irrumpe en la escena pública. “Figliomeni, el que llevó el arma, el que disparó al aire, el que posibilitó todo, ahora hace préstamos por redes. Desde la cárcel. Es una burla”, denuncia la mujer, que aún espera una fecha concreta para el juicio oral y que había dicho el año pasado que su hijo "solo quería cantar".
La causa judicial tiene hoy a los dos principales acusados detenidos. Lucas Natanael Figliomeni, apodado 'El Pava', fue capturado la misma noche del crimen, mientras que Lucas Cabral Giacomini, señalado como el autor del disparo que terminó con la vida de Agustín, estuvo prófugo durante cinco meses. Fue finalmente arrestado en un operativo policial en el partido de Tres de Febrero, tras ser identificado en otro hecho delictivo. Sobre él pesaba un pedido de captura nacional e internacional.
Fiesta, discusión y un crimen
Agustín Quiñones vivía con su madre y sus cuatro hermanos en una casa de la calle Ceibo, en el barrio San Esteban. Apasionado por los autos y el canto, soñaba con abrir algún día su propio taller mecánico. El 14 de diciembre de 2024 había ido con amigos a una fiesta privada en una quinta conocida como 'La Lorita', cerca de su vivienda. Al llegar, los organizadores les exigieron dinero para entrar. Mientras sus amigos no contaban con el efectivo, Agustín, que sí tenía plata tras haber cantado en una plaza, intentó negociar: ofreció subir al escenario y cantar para compensar el ingreso de sus compañeros.
“Mi hijo no fue a robar, no fue a buscar pelea. Fue a cantar, a divertirse. No los conocía a esos pibes, ni tenía relación alguna con ellos”, subraya Yésica. Según su testimonio, fue en ese momento cuando Figliomeni salió de la fiesta, disparó al aire y le entregó el arma a Giacomini, quien sin mediar palabra disparó contra Agustín. El joven murió en el acto. “Lo mataron como si fuera nada, como si no valiera”, recuerda su madre.
Nueva provocación
La familia Quiñones no se quedó quieta. Buscó, pegó carteles, golpeó puertas, difundió el caso por redes sociales y dieron notas a los medios. Gracias a datos anónimos y su insistencia, finalmente Giacomini fue localizado y detenido. Durante su tiempo prófugo, el asesino no se escondía del todo. “Cambiaba de cuenta en redes sociales todo el tiempo, subía fotos con billetes, armas, se burlaba. Hasta escribía cosas como ‘atrapame si podés’”, denunció Yésica.
La madre también desmintió informaciones erróneas que circularon en medios y redes: “Decían que mi hijo no quiso pagar, que no tenía plata. ¡Sí tenía! Iba a pagar por todos, incluso ofreció cantar para compensar. Agustín no era un delincuente. Trabajaba, soñaba, vivía para su familia, tenía 20 años y nació un 7 de septiembre”.
La reciente actividad de Figliomeni en redes sociales no es el primer gesto que la familia considera una provocación. En varias oportunidades anteriores, el acusado ya había subido contenido desde la cárcel. Esta vez, la gota rebasó el vaso: la imagen de un celular de alta gama y la oferta de “préstamos rápidos” a través de mensajes directos volvió a abrir una herida que no cierra.
“¿Cómo puede ser que alguien preso por homicidio tenga acceso a un celular y lo use para seguir con sus negocios turbios? ¿Dónde está el control?”, se preguntan los familiares de Agustín, mientras sigue esperando una respuesta del sistema judicial.
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