Gillespi, tras el festival de Jazz: “Empecé como músico, no busqué ser humorista”

Interés general 09 de marzo de 2023 Por Martín Aleandro
Marcelo Rodríguez, también conductor de radio y trompetista, se presentó el de sábado en el MuseoCampo de Cañuelas. Sus inicios con Roberto Petinatto y la actualidad con Alejandro Dolina. Después del show, habló con El Ciudadano.
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La trompeta y él. A los 57 años, Marcelo ‘Gillespi’ Rodríguez llegó a Cañuelas con todo su repertorio.

Como sucede con la religión, y así también con el arte, solamente los creyentes más ortodoxos afirman que existe una sola. En algún sentido quizá tengan razón. Sin embargo, aunque llegáramos a admitir tal falacia, no podríamos dejar de hablar de múltiples lenguajes artísticos. Y en ese mismo sentido existen, también, artistas multifacéticos. El Ciudadano habló con el trompetista, conductor de radio y TV y humorista. Todo eso es Marcelo Rodríguez, ‘Gillespi’ para el mundo artístico, quien el sábado a la noche deslumbró en el festival de jazz que se desarrolló en nuestra ciudad.

-Primero Petinatto, luego Castelo, y actualmente Dolina, te invitaron a compartir sus proyectos más relacionados con el humor que con la música. ¿Cómo se fue dando ese proceso?
-Con ellos aprendí mucho, imposible no hacerlo cuando te toca compartir horas de trabajo con gente así. Siempre traté de trabajar con gente que me resulta compatible, que tengan los mismos intereses artísticos, la misma forma de ver las cosas. Comencé a los 20 años y hoy tengo 57, es mucho tiempo que estoy en la misma. A veces la gente me dice: “¿Por qué no trabajás con Beto Casella?”. Me llevo bárbaro con él, compartimos muchas cosas en Radio Nacional, pero no busco meterme en el medio televisivo, prefiero que las cosas surjan espontáneamente. 

Acapulco

-Mixturás la música y el humor. ¿Cómo se inició el camino para convertirte en un músico tan especial?
-Ese es un gran tema, e incluso delicado, porque yo empecé como músico y resulté ser un tipo gracioso. Eso vino por añadidura, no lo tenía en los planes. Esas dos vertientes fueron desarrollándose, a veces de forma independiente, y a veces entrecruzadas. Pero nunca quise hacer música humorística, o quise mezclarlas a ese nivel, tipo Les Luthiers, o Hugo Varela. La parte musical la tomo muy seriamente, y los segmentos de humor los intercalo por fuera de la música. Y no siempre, porque según la noche o el público, a veces doy un show de jazz y hablo poco, y en otras ocasiones se me ocurren chistes, o situaciones graciosas, y si la gente se ríe me da el pie a continuar. El “aplausómetro” muchas veces me da la pauta para seguir hablando, o tocar la trompeta y callarme la boca. Hace un par de años toqué en el Teatro Colón con la Camerata Bariloche, no daba para hacer chistes. En otros boliches muchas veces percibís que el público está dispuesto a la joda, y ahí es el momento del humor entre tema y tema. Y no tengo una rutina de chistes, no soy un humorista en ese sentido, no llevo escrito un guión a cada lugar, el humor surge de forma natural, improvisado, como mi música. 

Gilespi Jazz
Gillespi junto a otros músicos en el MuseoCampo, donde se llevó a cabo el recital.


-Hombre de radio, TV y de grandes escenarios. ¿En qué ámbito te sentís más cómodo?
-Es una buena pregunta. Trato de sentirme cómodo en todos estos lugares, de aclimatarme y disfrutar. Te diría que, hoy por hoy, me resulta más cómoda la radio porque no deja de ser esa cosa mágica. Rodeado de tres o cuatro personas en el estudio, se puede controlar bastante este ámbito y clima. Hace 15 años que estoy con Dolina y lo disfruto mucho. Su equipo es como una familia. En el escenario también me siento cómodo, pero los conciertos son más incontrolables, depende del lugar, los dueños del mismo, del público y del equipamiento sobre el escenario. No es lo mismo ir a un pub en Berazategui, o a escenarios del interior del país, que tocar en el Colón. Cada concierto tiene un montón de cuestiones que controlar en el momento.Por eso, a nivel comodidad, elijo la radio.  


-¿Cómo ves la movida del jazz en el país? 
-En Argentina hay buenos músicos de jazz. Basta con nombrar a Oscar Alemán, que tocaba en París con la cantante Josefine Baquer; al Gato Barbieri, un número uno total; Lalo Schifrin, una bestia componiendo música de películas, director de orquestas y pianista; Astor Piazzola, que revolucionó el tango desde el jazz. El jazz argentino es muy rico y reconocido a nivel mundial. Si hablamos de un jazz argento (sic), hablamos de una música muy contaminada en el buen sentido, elementos como el tango, el folclore, incluso el rock nacional, que es muy respetado en todos lados, están presentes y lo hacen distinto. Nuestro jazz tiene todos esos condimentos que no se encuentran en otra parte del mundo, en otras latitudes. El jazz en Brasil, o Cuba también tiene sus características especiales. En el caso de mi música, el jazz que yo toco tiene un ADN muy rockero porque yo vengo de ese palo. En mi pieza tenía el póster de Spinetta y de Sumo, por eso no puedo despegarme y me sale naturalmente por ese lado. 


-¿Qué opinás del Festival de Cañuelas?
-Es una idea maravillosa. Hace varios años que lo vienen haciendo y cada vez tiene mayor cantidad de adeptos. Tengamos en cuenta que la música de jazz no es de fácil deglución, hay que educar al oído para entender de qué se trata. Pero en ese sentido, el publico va creciendo porque este tipo de festivales valen la pena, abren caminos nuevos. Hay pocos festivales de jazz en el país, por eso hay que cuidarlo y hacerlo crecer para contagiar a otros distritos y provincias. El jazz, hoy por hoy, es la música libre sin pretensiones de difusión, ni de ser el número uno en la lista de temas, va por otro lado. Los músicos buscan un camino sin lidiar con la cuestión comercial, y eso lo hace apasionante. Que un Municipio como el de Cañuelas proteja y propague todo tipo de música es fenomenal. Hay que apoyar porque se abren muchos caminos para la sociedad.

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