Recorrida de El Ciudadano: ¿Qué hay detrás de las paredes del Castillo?

Interés general 13 de septiembre de 2022 Por Jonatan Pedernera
Desde que se puso a la venta, la edificación donde funcionó la fábrica Finaco despertó el interés de curiosos y viajeros de todas partes. Está tomado hace años. ¿Quiénes son sus residentes?
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Una vista aérea del Castillo. El predio tiene 4.861 metros cuadrados. Piden 3,8 millones de dólares.

El castillo de Cañuelas no cuenta con princesas ni reyes. Lejos de protagonizar un cuento medieval, aparece en un letargo para su venta en 3,8 millones de dólares y los ciudadanos explotaron las redes sociales para proponer la construcción de un shopping o una estación en el predio, que tuvo su auge con la fábrica que exportó productos a Europa en plena Segunda Guerra Mundial. Ahora bien, ¿qué va a pasar con las personas que viven ahí? ¿Quiénes son?    

La zona donde se levanta la mole de cemento se resistió al paso del tiempo. Ahí se mantiene, en el medio de un terreno lleno de montículos, sin cercar, entre carros tirados y chatarra. Pareciera que todo quedó anclado en los 90, los carteles del tenedor libre a $ 3,50 y los utensillos de la parrilla están latentes en la Finaco. Es que el nombre de la ex fábrica ya es un símbolo. De hecho, los más grandes utilizan esa denominación para indicar el acceso a la ciudad por Del Carmen y la línea 88 cuenta con uno de sus ramales indiscutibles: “Cañuelas por Finaco”.   

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Autos abandonados, una casilla precaria y la presencia de tres familias que viven ahí.

Pero por más que quiera volver a la época de antaño, el castillo sigue en pie en un sitio neurálgico que fue adornándose entre los cruces de las rutas 3 y 205. Alrededor, los negocios empezaron a desarrollarse de a poco y hasta vieron la veta. Casas de campo, locales de artesanías, despensas y una parrilla se erigieron enfrente de uno de los íconos de la ciudad que corrió todo tipo de suerte a lo largo de la historia. Desde el sueño trunco de un salón de automóviles al tenedor libre, pasando por la bailanta que supo albergar a las bandas de cumbia más convocantes.   

El Ciudadano recorrió todo el perímetro de una estructura que sigue inalterable a su última modificación. La única novedad es una pintura que se plasmó en homenaje a Diego Maradona, sobre los márgenes de la vía. El trasfondo de la silueta del 10 es una casa improvisada en uno de los frentes circulares. Ahí mismo, habita una familia, pero no son los únicos huéspedes del castillo.   

Los vecinos aseguran que en ese sector viven dos adultos y tres menores. Los ocupas se rehúsan a charlar con la prensa y la gente del barrio opina a cuentagotas, aunque todos coincidieron en que no tienen ‘nada malo’ para dar como referencia. “Acá cruzan a los negocios, pero viene tanta gente que a uno les cuesta identificarlos. Sabemos que vive una familia, acá no molestan”, dice el encargado de la parrilla que funciona enfrente.    

Juan, el banderillero del cruce ferroviario, suma su testimonio: “Sinceramente no sabía que vivía gente, nuestra garita da la espalda al castillo y casi no tenemos panorama para ese lado”. Y además reconoce que desde que la historia de la mole de cemento se instaló en los principales portales del país, muchos automovilistas merodean la zona y paran en la banquina de la ruta 3, camino a San Miguel del Monte, para tener una postal del edificio.

 

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En el viejo tenedor libre se podía comer por $3,50. Ahí mismo, también funcionó una bailanta. 

Uno de los policías del puesto vial, se agrega al concepto: “A nadie le gusta estar en esa situación de precariedad. Nuestro comando nunca recibió denuncias sobre las personas que viven ahí”. Y asegura que “nadie tiene información sobre quiénes son los individuos. Recién los vimos cuando tuvimos que irrumpir en el lugar para buscar al femicida que apareció en el descampado. Los organismos de búsqueda creían que podía estar escondido ahí”.   

Claudio, uno de los habitantes, da la cara y desentrama la recorrida: “Antes vivíamos en Capital, pero después no tuve donde vivir y nos instalamos acá”. El muchacho, atento ante las visitas continuas, aclaró: “Muchas personas quieren entrar, pero esto se viene abajo y si se lastiman me tengo que hacer cargo yo”.   

Y cuando dice que el lugar se viene abajo, no exagera. Las ratas y los murciélagos anidaron en todos los rincones y los sótanos están totalmente inundados. Hace poco, algunos ‘Youtubers’ se animaron a entrar de noche en la búsqueda de actividades paranormales. ¿El resultado? Voces de ultratumba, portazos y chirridos de cadenas en las escaleras y en los ascensores abandonados.

Sus moradores  

El hall central del edificio se encuentra plagado de autos y uno de los habitantes observó la recorrida del periodista, en un tono misterioso y amenazante. Al igual que el ‘Tío’ del castillo, uno de los vigías en la parte donde se mantuvo en pie el boliche: “Soy conocido de los Magallán, quienes tuvieron el baile, y vivo acá hace años. Si me ofrecen algo mejor, me voy. Pero mientras tanto voy a vivir hasta que se destrabe el asunto de la venta y no quiero que nadie más se acerque a preguntar cosas y a sacar fotos”.   

Con otro semblante, aclaró que “en el castillo vivimos tres familias y no tenemos relación entre nosotros. La gente se acerca, muchos quieren aventurarse a pasear y rompen cosas. 

Las personas tienen que entender nuestra situación y, principalmente, que esto es un lugar privado y que se encuentra en un procedimiento de venta”.   

Una de las vendedoras del puesto de artículos regionales prefirió no revelar su identidad y dijo que los integrantes de la familia “cruzan a cada rato a comprar mercadería a las despensas. Se sabe muy poco sobre ellos porque no son de hacer sociales, pero sinceramente no joden a nadie”. La chica, además, agregó: “Acá para gente de todos lados, constantemente, y lo primero que nos preguntan cuando miran al frente es si vive alguien. Es algo que les llama la atención”.   

Ariel Morales, uno de los asesores de la comercialización de Remax, se refirió a los vecinos: “En el caso de que se concrete algo, se tratará de consensuar con las familias que viven dentro del edificio para reubicarlas en otras áreas y no tener problemas”.   

Hasta el momento, la inmobiliaria encargada de la transacción no recibió ofertas por la propiedad registrada a nombre de Nilda Aquino Arzamendia.

La señora, oriunda de Ezeiza, fue pareja del ex empresario Néstor Corsi y se aventuró en la adquisición del inmueble para la exposición de autos antiguos bajo la denominación “Napoleón Sociedad Anónima”. Y como ya se sabe, el proyecto y la pareja no llegaron a buen puerto.  

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