Recuerdo de una tragedia: 10 años desde el doble crimen

Policiales 04 de julio de 2022 Por El Ciudadano
Marcelo y Leonardo Massa fueron asesinados por dos delincuentes que entraron a robar al autoservicio 'Doña Rosa'. Los responsables fueron condenados a 35 años de prisión. La ciudad se movilizó como nunca antes.
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Leonardo y Marcelo Massa, los hermanos que fueron ultimados por dos ladrones el 01° de julio de 2012.

El portaretrato enseña fotos que están descoloridas porque tienen diez años. Lleva imágenes de dos hombres jóvenes. Hay, también, dos rosarios, flores y velas. Figuras difuminadas, de gente que estuvo tendida en el piso, agonizando. Son Marcelo y Leonardo Massa. Están al ingreso del autoservicio ‘Doña Rosa’.

Hacia el invierno de 2012, un funcionario judicial de Cañuelas observaba la situación delictiva y pedía mayor atención con la prevención policial. A los datos fríos, se sumaba alguna información extraoficial. Tenía algunos indicadores de que la situación se podía rebasar en cualquier momento.

Nuestra ciudad, hasta ese momento, era como siempre epicentro de delitos diversos, pero que empezaban a acumularse.

Exactamente una década atrás, a las 19.15 del domingo 1° de julio de 2012, Edgardo Sagini asesinó a balazos a Leonardo Massa, de 35 años, durante un asalto al comercio de comestibles. Lo mismo hizo con su hermano, Marcelo, de 37, en el local que tenían desde hacía seis meses en Libertad al 1420, en una conjunción geográfica entre el centro y la Ruta 205.

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Rodeado. Edgardo Sagini sale custodiado por los oficiales de la Policía y enfrenta las cámaras.

Las muertes violentas de los hermanos derivaron al día siguiente en una movilización en lo que se describió como una pueblada, y que no se trató de otra cosas que el crecimiento de las pulsaciones de la gente que se fue agolpando alrededor de la Comisaría y la Municipalidad, acompañado de vecinos, familias, curiosos y, con el correr de las horas, un enjambre de medios de comunicación nacionales, para saber qué había ocurrido en un domingo aburrido y frío de invierno.

La pulsión fue incrementando la presión, pero sin llegar a tirar piedras o quema gomas, sí gritos y carteles. La seccional, claramente desbordada, y el palacio municipal tomado por los vecinos, terminó convocando al ministro de Seguridad y buena parte de la jerarquía de la Policía Bonaerense.

Las noches siguientes, la cuadra de la dependencia policial era saturada de oficiales que andaban de civil y que se destacaban cuando la muchedumbre se había retirado. La protesta contra la delincuencia, que terminó matando a los comerciantes, explotó en el centro de la ciudad.

Diez años después, el cañuelense Fernando Marconi y el platense Edgardo Sagini recibieron todo el peso de la ley. Ambos fueron condenados a 35 años de prisión.

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       Fernando Marconi, con la mirada perdida. El cañuelense fue condenado a 35 años de prisión.

Respecto a la muerte de los hermanos, al principio, la pesquisa puso sus ojos  en un hombre con antecedentes penales, también platense, pero que luego se supo que no había estado ni siquiera en nuestro distrito.

Después, como es frecuente en el ámbito judicial, se avanzó a partir de los dichos de un conocido delincuente local, que empezó a ventilar datos y conexiones. Además, gracias a la profunda investigación que llevaron a cabo los peritos, se logró determinar el ADN del pistolero que ingresó a Doña Rosa y que perdió una zapatilla.

Por otro lado, los testigos pudieron determinar los responsables, que llegaron en una moto Honda 125, cuyo conductor con lucía un casco.

Las condenas fueron altas. Hubo esfuerzos para lograrlas por quienes lucharon para ello en las calles, en los medios y en los tribunales.

Desde aquellos años hubo alguna otra muerte, pero ninguna como este doble crimen.

A la fecha, una década después de las muertes cometidas contra gente trabajando e indefensa, los hijos de Leonardo y Marcelo siguieron estudiando -la mayoría-, otros fueron padres y, al mismo tiempo, manteniendo las fuentes de trabajo que heredaron. Ninguno se mudó, inclusive los progenitores de las víctimas siguen en su casa rural de la Ruta 3 kilómetro 81.

Como si fuera una triste parábola del destino, en febrero un menor asaltó el mismo local. Matías persiguió al delincuente, lo golpeó y pasó un fin de semana detenido. No quería que le pasara lo mismo que a su papá.

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