Sociales Por: El Ciudadano20/04/2020

Felicia Calicchio de Trípodi

Dedicó todo su esfuerzo para la tradicional ‘‘Italpizza’’ donde fue una de las caras de una familia de comerciantes.
Su proyecto familiar que encaró con Antonio Trípodi, fue otro orgullo.
Las reuniones familiares eran uno de los momentos que Felicia disfrutaba.
El casamiento de Felicia llegó en 1956 con Antonio Trípodi.

Con el fallecimiento de Felicia Calicchio de Trípodi, ocurrido el pasado lunes a los 88 años de edad, la ciudad pierde a una reconocida comerciante y caracterizada vecina cañuelense. Felicia supo impulsar su local en la zona de la Estación, y ganarse el respeto y aprecio de convecinos y colegas por su calidad humana.
Emprendedora de un negocio familiar iniciado a fines de los años cincuenta, dedicó todo su esfuerzo para mantener el tradicional comercio a los requerimientos de las distintas épocas. Durante décadas administró con su grupo de parientes cercanos y empleados.
Nació en 1931 en el pueblo italiano de Salerno. Se casó con Antonio Trípodi, en 1956, a quien conocía de la niñez, con quien tuvo a Liliana y Claudio. Luego vendrían sus nietos Bruno y Leandro. Sus  padres fueron Antonio Calicchio y María Carolina De Filippo. Llegó a nuestro territorio argentino con dos de seis hermanos en 1948. En primera instancia su padre ya se había afincado y logrado escapar de la Segunda Guerra, mientras que Felicia conoció los desastres del conflicto mundial, en tanto que el hombre que iba a ser su marido fue un voluntario italiano de aquella contienda. 
De espíritu resolutivo y siempre con la convicción que la clave para mantener vigente un negocio es estar presente, Felicia mantuvo la clásica esquina. El local que había abierto el 27 de agosto de 1957, logró convertirse en uno de los más antiguos del distrito. Supo ser antes modista y con ello ayudaba  a la economía familiar.
En la trayectoria de más seis décadas de esta pizzería, de Alem y Rivadavia, en algún momento ofreció helados.  Hasta el año pasado era habitual encontrarla detrás del mostrador junto a su hermana Ninna y su cuñado.
Esa esquina pertenece al ‘catálogo urbanístico’ que integra el patrimonio arquitectónico cañuelense, según la Ordenanza 2237/06.
Será recordada como una mujer muy trabajadora, inclinada a la vida familiar, a reunirse en su casa con sus seres queridos para comer pastas, y con las amistades, constituía para ella uno de los placeres que le podía ofrecer la vida. También celebraba con mucho amor los Días del Padre y de la Madre, junto a las Fiestas de Fin de Año. Seguidora del fútbol argentino e italiano, solía pasar largas charlas recordando anécdotas con café y disfrutar con las canciones de Pavarotti.
En su entorno queda grabado que “el amor es lo único que puede mantener unidas las diferencias y las dificultades”.


Leandro Barni
leandrob@elciudadano.com.ar

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