Somos argentinos y vivimos el fútbol con una pasión que nos lleva a superar cualquier límite. Queda claro con caminar las calles de nuestras tierras. La gente se viste con la camiseta argentina y está feliz. Emiliano Martínez dejó una frase que ayuda a comprender este estado de ánimo que se vive por estas horas en todo el país. “Jugamos por 45 millones de argentinos. Sabemos que la situación económica no está bien y podemos darle una alegría”, dijo el héroe de Doha, que atajó dos penales y nos trajo a todos el recuerdo del Goycochea de los 90.

Por supuesto que más allá del éxito deportivo que tiene a la Argentina en las semifinales y a la espera de Croacia no cambiará la situación de extrema gravedad que vivimos por estos días. No bajará la pobreza, que según el último informe de la UCA alcanzó el 43,1%. No bajará la inflación, que ya orilla el 100%. No cederá la tensión política. Está muy claro. Sin embargo, ¿quién puede juzgar a aquellos hombres y mujeres que se regocijan detrás de los goles de Lionel Messi o las atajadas de ‘Dibu’?

Por estas horas, además, hay una suerte de sommeliers de conductas ajenas que no pusieron la lupa sobre los goles que impulsaron a la Selección a las semis del Mundial sino en los gestos de los futbolistas argentinos. Comenzó en España, donde los periodistas parecen nerviosos por la prematura eliminación a manos de Marruecos, que también fue la bestia negra de Portugal. 

El diario As, sin ir más lejos, publicó una foto del festejo de Messi y compañía después del gol de Lautaro Martínez que definió la serie de penales. Se están burlando de sus colegas neerlandeses. Y hubo comentarios condenatorios de varios colegas españoles. En el mismo tono se expresó El Chinguito, el programa más visto de la península ibérica. También se habló de la imagen de Messi haciendo el Topo Gigio ante el banco de Van Gaal y el “andá para allá, ¿qué mirás, bobo?” que le espetó a Wout Weghorst, autor del doblete que le puso suspenso al partido. ¿Y el contexto? Nadie toma en cuenta lo que sucedió sobre el rectángulo verde. 

Los neerlandeses no se comportaron como los príncipes de Orange, precisamente. Calentaron la previa, incluso el propio Van Gaal se refirió al nivel de Messi en el enfrentamiento de 2014 y hasta seguró que tendrían “ventaja en los penales”, situación que no se observó. Durante el partido, tuvieron un encontronazo con Leandro Paredes, que sacudió el banco de suplentes naranja con un pelotazo. Y en la definición, se mostraron provocativos. Incluso Weghorst le tocó el pantaloncito a Lautaro antes del último penal y hasta fue amonestado por el pésimo árbitro Mateu Lahoz.

Hay un viejo axioma de los futboleros que tiene que ver con “lo que pasa dentro de la cancha, muere dentro de la cancha”. Lo utilizó Messi para hablar del ida y vuelta con Robert Lewandowski post victoria ante Polonia. Los de afuera, son de palo, decía el Martín Fierro. Entonces, ¿quiénes somos para apuntar con el dedo acusador a los futbolistas argentinos por responder ante la prepotencia de los rivales?

Es fútbol, un deporte pasional y profesional. No se trata de dar ejemplos, por más que la popularidad de los jugadores invite a reflexionar. Hay que tratar de disfrutar de esta Selección, que nos representa porque son un fiel reflejo de los argentinos. Contagia. Moviliza. Muy a pesar de que algunos se escandalicen por sus modales.