Javier Milei: “Tengo claro qué hay que hacer y las agallas para hacerlo”

Para el candidato liberal, la decadencia argentina comenzó con Yrigoyen. Los palos para el Gobierno, el PRO y la izquierda. Las tres generaciones de reformas que planea si gana en 2023. Sus ganas de conocer a Cambiaso. Charla a fondo con El Ciudadano.

Política10/08/2022Daniel AvellanedaDaniel Avellaneda
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Milei habla sin pelos en la lengua. “Tengo claro qué hay que hacer y las agallas para hacerlo”, dice.

Javier Milei, 51 años, candidato a Presidente por el partido La Libertad Avanza. El hombre que apunta contra la “casta política” y sueña cambiar el país. Fue elegido como diputado en la Ciudad de Buenos Aires y tiene un 20% de intención de voto a nivel nacional. Habló en exclusiva con El Ciudadano.

--¿Hay que estar loco o tener un comportamiento de kamikaze para ser Presidente?

--Hay que tener fuerza y voluntad de cambio. Y, obviamente, a aquellos que proponemos soluciones abruptas, un cambio de 180 grados, nos van a tildar de locos. Eso a mí no me inhibe. Argentina entró al siglo XX siendo el país más rico del mundo y si seguimos así, se va a convertir en la villa miseria más grande del planeta. Entonces, si no uno cree que tiene conocimientos para revertir esta situación, ¿por qué no intentarlo? A los únicos que les va mal es a los argentinos que hacen esfuerzos, que laburan, que tratan de progresar en base a sus trabajos. Yo soy economista y especialista de crecimiento económico con o sin dinero. Por lo tanto, tengo claro lo que hay que hacer para que una economía crezca y, además, las agallas para hacerlo.

--¿El problema es económico, político o social?

--Para mí, el problema es esencialmente moral. Argentina es un país que se apartó de los valores morales de occidente. Cuando llegó el radicalismo al poder, se empezaron a tomar medidas de corte socialista. Y detrás del socialismo está la envidia, el odio, el resentimiento, el trato desigual frente a la ley y, si es necesario para ellos, la violencia. No hay que olvidarse de que asesinaron a 150 millones de seres humanos. Entonces, naturalmente, de ese conjunto de valores morales nada  puede salir bueno. La cuestión radica en que los valores morales derivan en instituciones y estas impactan en el crecimiento. No por nada los países libres son 8 veces más ricos que los reprimidos, la distribución está 10 veces mejor, hay un 25% en el formato estándar, un 50% en el formato extremo, las personas viven un 25% más y esto tiene que ver, básicamente, por las ideas que vos estás abrazando. Yo repito la frase de Alberto Benegas Lynch hijo: “El liberalismo es el respeto irrestricto de la vida del prójimo, basado en el principio de no agresión y en defensa del derecho a la vida, la propiedad y la libertad”. Cuestioname algo de esa definición. En ese sentido la economía suele ser útil en términos de organizar ese tipo de análisis.

--¿Creés que las clases bajas van a entenderlo? Porque el discurso del actual Gobierno se vincula a sacarle al que más tiene, vía impuestos, para su redistribución.

--Esa es la idea de la justicia social y su gran impulsor fue Mussolini, basado en un economista que se llamaba Wilfredo Pareto. Lo que debería hacer la República que es cuidar a la minoría más pequeña que es el individuo. Cuando vos empezás a gobernar por la lógica de la mayoría, eso deriva en el populismo, que es el vicio de la democracia. En Argentina empezó en 1916 con Yrigoyen. El propio Perón lo admiraba, lo votó y después participó del golpe. Los radicales hicieron mucho daño. En especial, con la Junta de granos y el BCRA. Perón capturó ese malestar social, pero en lugar de volver al orden liberal, creó el fascismo de tres patas: los empresarios chorros y prebendarios, los políticos corruptos y la pata de los trabajadores. Inventó el helado caliente. Mientras los países iban hacia el liberalismo después de la Guerra, Perón eligió una solución intermedia y terminó mal. Después, quisieron hacer peronismo sin Perón. Y por más que los socialistas quieran sacarse este mote de encima, son fascitas. Igual que el social nacionalismo. Todos tienen inspiración de izquierda.

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--¿Qué le hizo más daño al país? ¿El radicalismo o el peronismo?

--Todos lo hicieron. Cuesta encontrar en la historia un Gobierno peor que el de Alfonsín, aunque ahora Alberto Fernández está haciendo méritos para igualarlo. Alguien va a revisar la historia de lo que pasó en 2002. Se alinearon al justicialismo. También hicieron daño los radicales yendo a golpear la puerta del cuartel. Y los republicanos. Son 106 años de decadencia y todos los que participaron de ese proceso, salvo Menem que quiso hacer cambios, son responsables.

--Hablás del libre mercado, pero en Argentina hay resistencia. Por ejemplo, existen industriales que no quieren importaciones y hasta prefieren mayor carga impositiva. ¿Cómo conviven los dos esquemas?

--Ese no es un empresario; es un empresaurio que aprovecha el aparato represivo del Estado para embocarle un producto a un tipo al que, en otro contexto, no podría hacerlo. Suele ser bastante antipático cuando lo hago, pero yo le pregunto al que critica: “¿Qué es el mercado?”. Y lo que te das cuenta es que ni siquiera los economistas saben qué es. Suelen contestar la pelotudez de que se cruzan la oferta y la demanda. El mercado es un proceso de cooperación social en el que se intercambian derechos de propiedad voluntariamente. ¿Qué puede tener de malo eso? El problema es cuando el Estado se mete en el medio. Siempre te corren con la fuente de trabajo y es una mentira. Si vos querés comprarle a alguien y te crean condiciones para comprarle a otro que no querés, te están produciendo un daño, deteriorando tu riqueza.

--¿Cuál es tu plan?

--Yo hablo de tres generaciones de reformas y algo que se llama secuencialidad, no pueden ser hechas de cualquier manera. La primera es una profunda reforma del Estado para reducir el gasto público, esa disminución es la que te va a permitir bajar impuestos; en paralelo, tenés que avanzar en una desregulación del mercado laboral hacia adelante para no vulnerar los derechos de los que están bajo el actual sistema. Y una vez que se logró ese marco, abrir la economía irrestrictamente. Antes, creaste las condiciones para que las empresas que estén acá puedan competir. Porque si los reventás con impuestos y regulaciones laborales, vuela la tasa de desempleo o los salarios son una miseria.

--Es decir que nadie va a perder el derecho que ya estaba adquirido.

--Exacto. Hace once años que el sector productivo emplea a 6 millones de personas y hay 7 u 8 millones fuera del mercado, por lo que tenemos un problema grave. Lo que tenés que hacer es salir de esta maraña regulatoria que hizo, por ejemplo, que fuera imposible echar a una persona y, al mismo tiempo, contratar a otra. Por eso los pibes no consiguen laburo. Los de las clases más acomodadas se van del país y los de las más postergadas tienen un despelote de novela, donde las madres están desesperadas para que sus hijos no se dediquen al robo o al narco. Más allá de cómo se manifiestan en distintos aspectos de la sociedad, el problema es el mismo: la falta de oportunidades y el deterioro de los salarios reales. Menem cortó la inflación y el poder de los sindicatos, ¿qué ibas a discutir?

--¿Y por qué no duró?

--Porque perdían los políticos chorros y los empresaurios. Fijate quién es el defensor de ese modelo productivo y te vas a dar cuenta de lo que digo.

--¿A quién te referís?

--A un señor pelado al que le dicen el ‘Vasco’.

--¿De Mediguren?

--Sí.

--Volvió de la mano de Sergio Massa...

--Massa es un oxímoron. Va de un lado a otro. Está todo dado para que esto termine mal.

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--¿Y por qué creés que no te pasaría lo mismo que a Menem si sos presidente?

--Menem tuvo la valentía de entender el momento histórico en el que se encontraba, la decadencia del país y hacer las reformas que eran necesarias. Fue exitoso. Pero quedaron muchos jugadores en el camino, que se la juraron y lo voltearon. Y de lo que no hay que olvidarse es que la convertibilidad no se cayó con Menem. Fue dos años después, con De La Rúa. Pero los radicales tienen un gran talento para desentenderse de sus fracasos, los que ellos generaron. Siempre son víctimas y fijate cómo construyen sus mentiras. Dicen “Alfonsín, el padre de la democracia”. Hizo un gobierno desastroso, se fue 6 meses antes como una rata con hiperinflación, y le echó la culpa al que había ganado, a Menem. ¿No será que ellos son unos inútiles?

--Hablaste de tres generaciones de reformas. Contaste una. ¿Cuáles son las otras dos?

--Con la segunda reforma te vas a encontrar con un mercado laboral flexible, una economía que crece mucho y que, además, incentiva el trabajo. Eso permite que la gente se tiente con el sector privado. El tipo se va con una indemnización, pero también, con laburo. Eso es lo que falló en los 90. ¿Por qué te pensás que se abrieron tantas canchas de padel? Después, se fundió la mitad. Por otro lado, cuando la población laboral es más activa, se encuentra un laburo de mayor paga que te permite mejorar los números en relación al sistema previsional y modificarlo sin vulnerar los derechos de los que ya estaban. Después, tenés que desarmar los programas sociales. La gente no quiere vivir de la dádiva y, con otro contexto, le va a ir mejor laburando. Voy a reducir la cantidad de ministerios. Serán ocho. El Ministerio de Acción Social está vinculado con el capital humano, que tiene dos dimensiones: educación y alimentación. Si vos no te alimentás bien, no podés trabajar. Y si de chico no comés, peor. Acción Social tiene que estar relacionado con la niñez, la salud y la educación. Eso te permite articular la salida de los programas sociales. Pero no es instantáneo. Será posible a raíz de los resultados de las reformas de primera generación.

--¿Y la salud y la educación? ¿Cómo sería el sistema de vouchers que proponés? 

--Todos tendrían educación, pero competirían las escuelas públicas con las privadas. Como está constituido el sistema actual, si querés estudiar en una escuela privada, tenés que pagar dos veces porque no es gratis ir a una escuela pública. Se sostiene vía impuestos. En lugar de que esa masa de recursos vaya discrecionalmente adonde quiere el Estado, es mejor que se vuelva un voucher para que vos elijas adónde ir. ¿Y qué es lo interesante? Que genera competencia entre las instituciones. Entonces, por ejemplo, esas universidades que generan profesionales pelotudos que no van a servir para nada, van a tener problemas. Sí, qué lindo, formás un marxista, pero es un inútil para la vida real y no va a conseguir laburo.

--¿Cuánto tiempo necesitás para esas reformas?

--Eso requiere 35 años y excede a mi persona.

--Pero Argentina es la era de la inmediatez.

--Ese es el problema central. Ningún político se dignó a sembrar la semilla de los árboles que le darían el bienestar de sombra a las generaciones futuras. Yo vengo, hago lo que tengo que hacer y me voy. Cuatro años, en principio. Y si soy reelecto, ocho.

--¿Cuál es tu idea de la dolarización?

--Yo quiero eliminar el peso, salir de la competencias de monedas. El argentino ya eligió al dólar. ¿Vos le vas a vender tu casa a alguien en pesos? No. Quiero eliminar el Banco Central y el peso. Como Ecuador, pero con otro formato financiero porque siempre está el riesgo de un encaje fraccionario. Vos depositás la plata, cobrás una parte y el resto, se presta. Si todo el mundo que tiene la plata en el banco va a buscarla, no está. Para eso hay que cambiar el sistema de banca. Por un lado, tendrías el almacén de valor, en el que básicamente tenés una caja fuerte a la que podés recurrir, si querés, a sacarte fotos con tus dólares. Y por el otro, si te gusta la tasa de interés, bancate la pelusa. Si vos pusiste tu plata en manos de un administrador incompetente, perderás tu plata, pero no perjudicarás a toda la sociedad. No se socializa la pérdida. En ese concepto, el sistema se vuelve anti corridas, no necesitás regular nada. Y el día que los argentinos se pudran de usar dólares, utilizarán otra moneda.

--¿Y qué harías con el Banco Central?

--Lo dinamitaría y dejaría expuestos los escombros para que tomen dimensión del daño que hicieron.

--¿Y con los piquetes?

--La ley se cumple.

--Si tenés que mandar a despejar, ¿utilizás la fuerza?

--El derecho a transitar es primordial. Los piquetes son una contradicción es sus términos, porque están jodiendo al tipo que labura y que está pagando impuestos para que ellos puedan vivir sin trabajar. Que se manifiesten en otro lado. El tema de la izquierda es más complicado.

--¿Y la seguridad?

--Cuando mirás el entramado institucional de Argentina, no es muy distinto a lo que tiene un país mediocre. La ley aplica para unos y no para otros. Yo admiro a Gary Becker, un economista que escribió ‘Crimen y castigo’, que hace un análisis económico del derecho que fue lo que (Rudy) Giuliani puso en práctica en los ochenta. Nueva York pasó de ser la ciudad más peligrosa del mundo a un paraíso. Ese es el modelo.

--¿Hay que recuperar el respeto por la autoridad?

--Depende. El payaso de Larreta, por ejemplo, manda a la Policía a reprimir a la gente que se manifiesta por las ideas de la libertad, pero a la izquierda no la toca. Financia a gente como Grabois, que ya dijo que lo va a votar.

--Grabois también dijo que va a regar su sangre, si es necesario.

--Salvo que piense en suicidarse, cosa que no creo que haga. Es un discurso dialécticamente peligroso y alguien puede tomarlo en serio.

--Necesitás al Congreso. El kirchnerismo y la izquierda no te van a acompañar. ¿Juntos por el Cambio? 

--Me parece muy perverso lo de Juntos por el Cambio. Ellos dicen que quieren la mayoría para impulsar medidas liberales; ahora, ¿cuando aparece un liberal no acompañan porque no las propusieron? Son gente rara, no muy distintos a los K. Puedo mandar un proyecto o un referedum y que me los bochen. Y también puedo hacer una consultar popular sin la necesidad de recurrir a ellos. Cuando el 70% de la gente diga que quiere la dolarización, más vale que lo aprueben o les voy a poner el dedo en la cabeza.

--¿Cómo harías para gobernar en desventaja?

--No solo sé lo que hay que hacer, si no que sé cómo hacerlo y tengo las agallas y el coraje para hacerlo. Lo que le faltó al Gobierno de Macri.

--¿Harías una alianza con el PRO?
--Del centro a la derecha, todos. Liberales, libertarios, peronismo federal y republicano, alas duras de Juntos. No me puedo mezclar con radicales, la coalición, las palomitas tibias de Larreta y, mucho menos, con los K.


“Me gustaría conocer a Cambiaso, es como Gardel”

--¿Conocés Cañuelas?

--Pasé por Cañuelas, pero no lo conozco en rigor. Fue una caminata política, muy superficial, con (José Luis) Espert. Pero sí hay algo que sí pondero de Cañuelas y que me llena de alegría: La Dolfina. Me fascina el polo y soy talibán de Cambiaso. Una de las cosas que me pasa es que, cuando voy al Abierto Argentino, la paso mal físicamente, sufro mucho el sol, tengo la piel casi transparente. Me gusta ir a ver el polo, pero a veces me copa más ir a Dorrego (se ríe). Ahí, el sol te mata. No he tenido el placer de conocer a Adolfo, pero es un tipo que admiro profundamente, es el mejor en lo suyo. Es un como un centauro. Me encantaría conocer a Cañuelas y a Cambiaso. Es como Gardel con guitarra eléctrica.

--¿Cómo sería tu relación con el campo?

--En principio, no tendrían que sufrir la brecha cambiaria. Además, yo soy partidario de eliminar las retenciones. Van a entrar los dólares a la economía como nunca antes.

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