Luis Felipe Noé en Cañuelas, con el caos como lenguaje y el recuerdo de un discípulo agradecido

Una pintura y una escultura integran parte de la colección del Museo Campo Cañuelas, donde el pintor Rodolfo Morfese recuerda la personalidad y las clases con el maestro del arte fallecido el mes pasado.

Interés general14/05/2025 Leandro Barni
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‘SIN-fonía’ se encuentra expuesta en el Museo Campo Cañuelas.

El arte contemporáneo argentino perdió el 9 de abril a uno de sus pilares: Luis Felipe “Yuyo” Noé. Su legado, sin embargo, trasciende su partida. Creador de una cosmogonía única en torno al caos como orden vital en movimiento, Noé dejó huellas no solo en la Ciudad de Buenos Aires, San Juan o Misiones, sino también en Cañuelas, donde su obra sigue viva y vibrante. 

En el Museo Campo, emplazado en el paisaje abierto de Cañuelas, se expone una de las piezas más representativas de su última etapa: SIN-fonía. Iniciada a fines de los años ochenta y retomada durante la pandemia, esta obra integra elementos clave de su lenguaje visual, como la línea vibratoria de color y la espiral del caos. En ella, distintas estéticas dialogan para crear una nueva: una sinfonía visual que rechaza el orden tradicional, para proponer un sistema en constante mutación. 

A pocos metros, se alza Compleja esperanza (2022), una escultura monumental de casi cinco metros de altura hecha con materiales diversos como resina poliéster, bronce, cobre y acero inoxidable. La inspiración brotó de un árbol carbonizado por un rayo, encontrado en el propio predio del museo. Fascinado por la textura de su corteza —que le recordó la trama visual de sus cuadros— Noé decidió intervenirlo, invertirlo, y transformarlo en arte. Las raíces se convirtieron en copa, y en ese gesto simbólico condensó su mirada sobre el mundo: el derecho y el revés como formas complementarias de la realidad. 

“Todo esto fue multiplicando el desafío y así, dándole vida a través del color y de copias parciales de algunas de sus ramas en bronce, fui armando esta obra con el espíritu de un título que lo ubico como estímulo: Compleja esperanza”, explicó el propio artista. 

Quien lo recuerda con emoción es el artista cañuelense Rodolfo Morfese, que compartió con él el espacio de taller y formación. En la revista digital La Acacia, Morfese rememora aquellas madrugadas en las que salía rumbo al taller con varias obras al hombro, dispuesto a participar de las sesiones críticas dirigidas por Noé. “Colocábamos las obras en círculo y comenzaba la crítica, uno por uno... y al final Noé valoraba o cuestionaba los comentarios que habían surgido, y daba su juicio entre técnico y cálido.” 

Morfese destaca no solo la profundidad técnica del maestro, sino también su calidez y humildad. “Noé no creía en la inspiración, creía en el trabajo, en el esfuerzo. Creía que todo lo que vale está arriba de la obra”, escribe. Para Yuyo, el arte no era planificación ni boceto: era libertad, caos, entrega. “La línea, la forma, la textura, eran una sola cosa para él… El material era una excusa.” 

El recuerdo se vuelve íntimo cuando rememora el día en que Noé, con naturalidad, le preguntó si conocía a Cristina Galli, una artista cañuelense que había trabajado años con él. Junto con su esposa, Noé le mostró el sillón donde Cristina solía dormir después de largas jornadas de trabajo. “Generoso como pocos, humilde, simple… ese sentimiento se trasmitía también en sus alumnos.” 
Luis Felipe Noé no tenía años, dice Morfese, tenía vida. Y como ocurre con los artistas esenciales, su presencia no se disuelve con el tiempo. En Cañuelas, en ese campo que alberga sus obras, en los árboles caídos que devienen esperanza, Yuyo sigue hablando en presente. 

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