Cañuelas cumple 203 años: el origen del pueblo a partir de la investigación de Carlos Vega

Susana Frasseren transcribió parte del trabajo del musicólogo local que recurrió al Archivo General de la Nación para explicar, con rigurosidad histórica, la fundación del pueblo el 22 de enero de 1822. La nota fue publicada en el Suplemento del Bicentenario.

Interés general22/01/2025 Susana Frasseren
Cañuelas Municipalidad
El viejo edificio de la Municipalidad de Cañuelas (Foto: La Vieja Herrería)

Carlos Vega, musicólogo de proyección internacional nacido en Cañuelas, quien viviera en la calle Rivadavia, donde actualmente se encuentra la Veterinaria Beloqui, recibió el encargo de una reseña histórica de nuestro partido,  para ser publicada en una edición de “Provincia”. Vega recurrió al Archivo General de la Nación y en pocas páginas describió las peripecias del desenvolvimiento  local con rigurosidad histórica.

Aquí transcribo parte de esa publicación especial en la que explica cómo se originó el pueblo.


Al finalizar el siglo XVIII varias estancias y dilatados terrenos de pastoreo, casi todos de propiedad privada, levantaban dispersas casucas en los fértiles campos de las Cañuelas.

Hacia 1800 no había tierras fiscales, según parece, por estos lugares, pero las circunstancias favorecieron al Estado.

Francisco Agar y Trillo y Antonio Rodríguez Román, socios en menesteres de ganadería, poseían vastos terrenos en la zona de Cañuelas a fines del siglo XVIII. Agar se volvió loco y en 1804 murió en un hospicio. Como el solitario ganadero español no dejó herederos forzosos, sus bienes pasaron a poder del Fisco, que sin entrar en mayores averiguaciones, se quedó con todo, con lo del pobre Agar y con lo de su socio Rodríguez Román.

Naturalmente, Román se presentó reclamando su mitad y corrieron los años. El gobierno, después de reconocer los derechos del socio, comisionó en 1824 al agrimensor Francisco de Senillosa la herencia del muerto de la pertenencia del vivo.

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Plaza Buenos Aires (hoy San Martín). Detrás, la vieja Iglesia Nuestra Sra. Del Carmen (Foto: La Vieja Herrería)

Poco antes, se habían propuesto los dispersos vecinos la edificación de un oratorio bajo la advocación de Nuestra Señora del Carmen de las Cañuelas y habían solicitado al gobierno la extensión del campo necesaria para la fundación del pueblo.

La ley establecía que los pueblos debían asentar en un área de cuatro leguas cuadradas para la natural expansión del ejido y para la explotación agrícola. Sin embargo, y contraviniendo el previsor estatuto, el Estado entregó al vecindario un modesto retazo de doce cuadras por lado (ciento cuarenta y cuatro cuadras cuadradas, de 150 varas por lado) que deslindó en 1824 el mismo Senillosa.

Los vecinos protestaron sin éxito. Esta inequidad inicial ocasionaría cien años después graves perjuicios al Municipio, perdedor del  pleito que le entablaron los herederos de Ruíz.

Nombrado el Juez de Paz, el pueblo está prácticamente fundado. Sin embargo, la fundación no se oficializa hasta 1837.

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Edificio de la Iglesia Nuestra Sra. Del Carmen derribada durante la última dictadura cívico militar.

Una vez deslindados los campos del socio y entregado al pueblo el mezquino cuadro. El Gobierno vendió el resto de lo que dejó el pobre Agar. Los terrenos pasaron sucesivamente a poder de Hilarión Castro, Ramón Morales, Eladio Loysa, Simón Loysa, Romualdo Millán, Bruno Castro, etc. Y Cañuelas se quedó encerrado en sus doce cuadras, definitivamente privado del terreno fiscal indispensable para su normal crecimiento y sin campos para la explotación agrícola. La superficie del pueblo se extendía, más o menos –y en lenguaje nuestro- desde las calle del Hotel San Juan hasta “La Amarilla” y, en la otra dirección, hasta dos cuadras fuera de las “calles anchas”.

Aquí ocurre lo que tenía que ocurrir. La familia de Ruiz, poseedora en enfiteusis de amplios terrenos inmediatos, había hecho total abandono de la propiedad allá por los años de 1840-1850. Entonces, hoy un ranchito, mañana otro, el pueblo se fue extendiendo sobre los campos de Ruiz (desde la actual calle Libertad hacia donde está la estación del ferrocarril).

Hacia 1850, Cañuelas, partido ya, gana una nueva lonja. Deslindadas las propiedades de Loysa, sobró una tira de 600 varas por 9600 (entre Loysa y Castro, allá por el cementerio) y el Estado le entregó al pueblo, a pesar de que Diego Arana había poblado en ella y quería comprar. Precisamente entre sus límites se instaló el cementerio cuando la epidemia de cólera en 1867, indujo a alejar del pueblo un posible foco de infección.

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La antigua estación de trenes, cuando las locomotoras eran a vapor. (Foto: La Vieja Herrería)

 El censo de 1854 atribuye al partido 6 leguas cuadradas y 4344 habitantes.

Hasta poco antes, las notas iban y venían en mano de chasquis. Quien necesitaba enviar una carta o paquete, despachaba un hombre por su cuenta; pero a partir de 1853, el Gobierno instituyó un servicio regular tres veces por mes. Cañuelas tenía que dar alcance en San Vicente al servicio que por allí pasaba de Buenos Aires a Bahía Blanca y vuelta.

La Municipalidad continuaba preocupada por la falta de tierras, y todavía en el año 60 persistía en el empeño por dotar al pueblo de más amplio ejido: consta que, por entonces, solicitó la expropiación de los terrenos de Hilarión Castro, sin resultado.

Dentro de los terrenos en litigio donde se había poblado por adjudicación municipal, y por parte del Estado, se encontraban los de Urbano Ruiz. Sus herederos hicieron un reclamo judicial que duró setenta y cuatro años, lo ganaron y embargaron al municipio por 4.359.427,77$. Como los recursos municipales eran escasos no pudo efectivizarse el pago y se acumularon intereses hasta llegar a los 12.000.000, aproximadamente. Gracias a la gestión del Intendente Alfredo Morgante en 1953 ante el Gobierno se destrabó el embargo que afectó al municipio durante tantos años.

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