Policiales Leandro Barni 05/07/2023

Juicio al cura abusador: "Se le abalanzaba, la abrazaba, la besaba y la manoseaba"

Dos psicólogas declararon vía Zoom y comprometieron a Carlos Bareuther, ex capellán del colegio Santa María de Cañuelas, a quien acusan de propasarse con dos menores. El obispo de Gregorio de Laferrere habló con la madre de una de las víctimas.

Carlos Bareuther con su abogado Horacio Velaz, a la salida de los fueros platenses.

Con la declaración de tres testigos de los abusos contra dos estudiantes adolescentes, que se habrían producido en la sede del Colegio Santa María de parte del ex capellán Carlos Gabriel Bareuther, se terminó la etapa producción de pruebas y se fijó el veredicto para el jueves 13. 

En la mañana declaró, vía zoom, la psicopedagoga María Victoria Boyaviner, quien refirió que trabajó con el hermano mellizo de Rosario, una de las víctimas del sacerdote, en un centro educativo para chicos con discapacidad. En ese contacto, se enteró la situación que atravesaba la joven y comentó: “Ella llegaba bastante angustiada a la sala de espera. Mi tarea estaba orientada al hermano de Rosario y se le recomendó ayuda profesional en otro lado porque ahí trabajamos con chicos y adolescentes con discapacidad. Supe por la propia madre que tenían problemas a partir de un abuso de alguien de la escuela y que estaba muy preocupada por ese motivo. En otro momento, en octubre de 2018, la madre me solicitó un certificado para pedir otra fecha para que Rosario pudiera asistir a la Cámara Gesell". 

En segundo turno, se expresó la psicóloga Silvana Larrosa, quien dijo que en 2018 recibió a Rosario en su consultorio de Cañuelas, donde pudo comentar situaciones de abuso con un adulto. “En una ocasión contó que el cura del colegio la pasaba a buscar por el aula y se la llevaba para hablar con ella. Se le acercaba y la manoseaba”, dijo la profesional.

Ante las preguntas del juez del Tribunal Criminal N° 3, Hernán Decastelli, aclaró que “eran besos en el cuello y un manoseo en sus partes genitales”. Luego, el defensor del sacerdote le pidió que especifique la cantidad de veces que habrían ocurrido los abusos por parte de un adulto. “La iba a buscar en reiteradas ocasiones, en diferentes días, que se abalanzaba, que la abrazaba, la besaba y la manoseaba en un salón aislado, donde antes le daba charla y confianza. No me dijo cuántas, sí que fueron varias veces”. También preguntó por las partes genitales, “desconozco las especificaciones. Sus palabras fueron ‘me toco la cola’”. 

La licenciada, además, recordó que su ex paciente Rosario, cuando tenía 14 años, estaba con una depresión “muy grande”. Asimismo, contó que tenía problemas de vinculación con cualquier persona, sobre todo con sus pares y que no salía de su casa sin la compañía de un adulto. Por eso estaba encerrada en su hogar y con mucha ansiedad. Cuando fue cambiada al colegio Don Bosco continuó con el mismo padecimiento. Le reveló a su terapeuta que había sido abusada en el Santa María por un hombre. En otra sesión comentó que ese adulto que era el cura. 

Por último, el obispo de San Luis, Gabriel Barba, dejó su testimonio. El religioso contó que el imputado llegó a la diócesis de Gregorio Laferrere como cura salesiano y que se presentó por su propia iniciativa. De allí que el obispo le ofreció trabajar en su zona con presencia sacerdotal en el barrio Nicol, un asentamiento que se levanta sobre un basural de Virrey del Pino, en La Matanza. Le consiguió una humilde vivienda, la cual compartió con dos adolescentes con inquietudes pastorales. Además, autorizó a los chicos a convivir con Bareuther. Luego, le dio al cura una misión en el colegio Santa María de Cañuelas. Fue designado como capellán para confesar a alumnos y docentes, llevar adelante misas y estar al servicio como sacerdote.

“Al poco tiempo de llegar al colegio, los directivos me dijeron que el padre Carlos tenía una dificultad con una alumna. Me hicieron leer un acta o dos con la declaración de la chica y de su madre. No me plantearon un tema de abuso. Les ofrecí a los directivos reunirme con la madre. La recibí en mi oficina. Estábamos nosotros solos. La escuché muy enojada, molesta con el sacerdote, que no había creído en su enfermedad, como le había dicho la alumna, y que tomó como ‘loca’ a su madre. Pero no hubo violencia ni ella levantó la voz. Tampoco me sobre un abuso. No pesqué nada particular y todo siguió en manos de los directivos del colegio”. 

En aquellas actas escolares que le suministraron al monseñor, se lee que Patricia Martínez, madre de Rosario, le manifestó había visto amor en la mirada del Padre. Y que fue en esa circunstancia que él la abrazó, y ella pidió que la soltara. Le dijo que si la madre no la quería, que se la llevaba con él. La chica quiso salir y el cura se lo impidió con un pie para que la puerta no se abra. La alumna empezó a llorar. 

Con la lectura de un extracto de las actas escolares, el obispo declaró ante una pregunta del magistrado: “No vi nada de mayor importancia para hacer otras actuaciones”. 

En otro tramo de su declaración, el ex obispo de Gregorio de Laferrere dijo que la madre de Rosario en declaraciones a los medios “empezó a hablar del abuso. En esa charla con los periodistas mencionó la reunión que tuvimos y que el obispo le había dicho que ‘esto tenía que quedar en secreto’, que ‘no decírselo a nadie’. Jamás dijo eso . Fue un error mantener una reunión a solas. Yo tampoco le recomendé hacer alguna denuncia. Resultó muy distinto la declaración de ella a lo que tratamos en privado. Todo hubiera sido distinto de entrada”.

A partir de las denuncias y del alcance del caso en los medios, Barba le indicó al cura se debía retirarse del colegio de Cañuelas y se fue a trabajar con el obispo en las tareas administrativas. 

Hasta 2019, los sacerdotes únicamente denunciaban los casos según su consciencia. A partir de ese año, el Papa hizo obligatorio que los religiosos señalaran a su jerarquía cualquier sospecha de abuso sexual. 

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