Interés general Leandro Barni 20 de junio de 2022

Aprender y dormir en la escuela, un método particular

Más de 100 alumnos adoptaron el sistema de alternancia en la educación rural. El CETP N°33 está destinado a las familias de zonas productivas, cuyos hijos se especializan en el desarrollo de alimentos y técnicas vinculadas al campo.

El CEPT N°33 tiene 101 alumnos, hijos de pequeños productores o empleados rurales del distrito y de partidos vecinos.

Se trata de 101 adolescentes muy diferentes al resto de los que cursan el secundario en el distrito. Boinas, bombachas de campo, botas, es algo usual entre sus prendas de vestir. Pero, además, durante siete días no vuelven a sus casas. Duermen en la escuela. Y los siguientes quince días no van al colegio. Es un sistema de alternancia y que se aplica en los sitios rurales. Es acá, en El Deslinde, a dos kilómetros de la Ruta 6, kilómetro 44,5.

El origen de estas escuelas surgió en Francia durante las guerras mundiales. Y se propone que los habitantes de lugares rurales, donde no hay tantos establecimientos escolares y los caminos para llegar no son los ideales, puedan seguir formándose, al mismo tiempo que fomentar el arraigo.

En Cañuelas hay una sola escuela bajo esta modalidad, es la CETP N°33 y se inauguró en 2009. Forma parte de los Centros Educativos para la Producción Total, que empezaron a organizarse en 1988, destinados a cursar la secundaria básica y con su familia involucrada indirectamente en estos centros.

Funcionan de manera congestiva entre la Dirección General de Cultura y Educación y la comunidad, con objetivos fundamentales como es la educación de los jóvenes, la capacitación de las familias rurales y, por otro parte, el desarrollo y el crecimiento de las pequeñas comunidades.

Los alumnos están una semana en la escuela y 15 días con sus familias. Esta pedagogía de la alternancia permite que los jóvenes puedan trasladar lo aprendido en los centros a sus casas para mejorar los proyectos productivos de sus familias y vincular el saber científico adquirido en los CETP con el saber popular aprendido de generación en generación.

Como se dijo, en el Centro se llevan adelante producciones intensivas de autoconsumo, vegetales y animales, para que los alumnos aprendan desde la práctica y puedan llevar esas técnicas a sus casas, aplicables a los proyectos familiares. Y cuentan también con proyectos productivos comunitarios, que pueden ser una desde una sala de incubación hasta otra de extracción de miel.

En la huerta. Los alumnos aprenden tareas productivas que serán clave para sus emprendimientos.

Otro de los aspectos singulares de este tipo de educación es que, además de tener un director como el resto de las instituciones educativas, posee un Consejo de Administración, elegido por los habitantes de cada medio rural; y no cuentan con la Cooperadora Escolar.Asimismo, esos consejos son agrupados por la Federación de Asociaciones de Centros Educativos para la Producción Total, que fomenta el desarrollo y arraigo de las comunidades rurales mediante el protagonismo de sus propios actores organizados federadamente y construyendo propuestas que generen políticas de desarrollo para las comunidades rurales.

Estos estudiantes se despiertan bajo el canto de los pájaros y con el amanecer en la cara, sin sombras de alguna edificación, ni de bocinas. Ingresan un lunes y recién se retiran en la tarde del viernes. Teoría y práctica son constantes. Desde hacer dulces a criar animales y revisar plantas.

Hay estudiantes que recorren desde 20 a 50 kilómetros para llegar a la escuela. Se trata de chicos que llegan de San Vicente, Las Heras, Santa Rosa, Marcos Paz, Los Pozos, Cañuelas, El Taladro, Camino Panello, Udaondo, Levene, Uribelarrea, barrio Belgrano y Villa Vissir.

Dadas las características del ámbito en el cual actúa –distancia y diversidad de origen de la matrícula, entre otras-, el CETP debe articular con las escuelas primarias rurales con las cuales trabaja el sexto grado, antes del ingreso del alumno a la secundaria.

Los estudiantes son hijos de trabajadores rurales o de familias productoras.

A los problemas de conectividad que existen en las zonas rurales, se suman los estados de los caminos y los cortes de energía eléctrica.

Nadia Alejandra Ugartemendía, de 41 años, oriunda de Brandsen, es su directora desde el año 2015.
“La escuela de alternancia agraria se diferencia de una agropecuaria porque con esta pedagogía pasan una semana en la escuela y dos semanas en las casas, adonde se llevaron las materias y herramientas”, dice.

“Asimismo, reciben la visita la familiar de dos profesores que hacen el seguimiento pedagógico y el acompañamiento socio productivo de la familia. Y bajo esta modalidad se fomenta el arraigo con chicos del campo, que puedan acceder al secundario, pero también trabajar para el desarrollo de la comunidad”, define la docente, que se crió en Loma Verde y conoce el ámbito rural, en diálogo con El Ciudadano.

La convivencia en esa semana presencial contribuye a la maduración del chico, tanto en toma de decisiones como de responsabilidades, agregó Ugartemendía.

“En todos los casos, las familias viven en contextos rurales y algunos, a muchos kilómetros del medio urbano, con baja conectividad y señal, lo que hace que tengamos una participación desde lo institucional curricular en visitas a sus hogares para trabajar no solo contenidos pedagógicos sino también productivos y sociales”, agrega la profesora y directora del establecimiento.

Los alumnos ya se despiertan a las 7. A la noche durmieron con la supervisión de dos docentes. Tienen las cuatro comidas bajo el mismo techo escolar. Además, los chicos deben mantener la limpieza y el orden del lugar, más allá del trabajo que hace un auxiliar. Y para mantener la convivencia, antes de acostare hacen una ‘reflexión nocturna’, la que se complementa con una ‘reflexión semanal’.

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