Papá Noel (verde) y el Negro Pedro
En Cañuelas se vive la Navidad con pasión. El origen de Santa Claus como lo conocemos y su perverso ayudante le abren paso a una vieja anécdota en estas tierras. Una pelota traviesa y el hombre de la bolsa.
Diciembre es un mes vertiginoso en el cual nos gusta reunirnos a celebrar. Y en la ciudad de Cañuelas se recibe la Navidad con pasión. Muchas veces, el festejo está relacionado a distintos motivos. Se celebra el verano, la finalidad del año, la amistad o el encuentro y hallamos cualquier motivo para levantar la copa y brindar. En esta zona campera, para las fiestas se carnean los lechones, corderos o terneros que venían engordando semana a semana. Se reúnen los paisanos para esta ceremonia en los campos, y casi siempre termina en asado previo y se sirven las copas abundantes. Ritual criollo infaltable.
El centro de la ciudad también se enciende, los locales se llenan de colores y de clientes. Hace unos días pudimos ver a un Papá Noel en Sulky por la Avenida Libertad y Del Carmen, acompañado por un gaucho que portaba la bandera de Cañuelas. Lo hacemos nuestro, tenemos nuestra forma de sentir la Navidad. El párroco Ramón Costilla bendijo la ceremonia en la Iglesia Nuestra Señora del Carmen y otorgó la imagen del Niño Jesús para el pesebre frente a una plaza colmada de gente que disfrutaba del cortejo y de la Feria de Emprendedores y Artistas en la plaza San Martín.
Es muy interesante la historia de Papá Noel, cómo fue mutando y cambiando de continente y de colores hasta llegar a la figura que hoy en día conocemos. En el siglo IV (año 305 después de Cristo), nace en Patara, Turquía, cuando aún esta región pertenecía al Imperio romano, un joven llamado Nicolás. Sus padres mueren en una epidemia dejándolo huérfano y heredero de una gran fortuna. Aquí sucede un hecho muy poco frecuente en la historia de la humanidad: decide compartir la fortuna con la gente pobre de la ciudad. Nicolás era un hombre profundamente religioso que resuelve ser monje. Al tiempo le llega la noticia del fallecimiento de un tío que le deja la herencia al obispado de Mira, por lo tanto, tiene que viajar y asumir como obispo. No fue un obispo más como se esperaba, mantiene esa actitud generosa de estar cerca de la gente y ocuparse de sus problemas. Esta actitud pronto lo va haciendo popular y se empiezan a contar míticas historias entorno a Nicolás.
Podemos encontrar en la tradición de colgar las medias en la chimenea una de estas historias, que se comenzaban a tejer alrededor de la figura de Nicolás. Cuenta el relato que existían tres hermanas que carecían de dinero para pagar su dote (impuesto que pagaban las mujeres para poder casarse y compensar al marido los gastos de mantenerlas el resto de la vida). Por lo tanto, al no poder pagar y formar su propia familia, el padre las había destinado a la esclavitud y las iba a comprar un mercader que se dedicaba a la prostitución. Cuando Nicolás se entera de esta situación comienza a visitar la casa. En una de esas visitas observa que ellas dejan todas las noches sus calcetines de lana en el hogar a leña para secarse. El mito cuenta que Nicolás entró por la chimenea y les dejó monedas de oro para que ellas no caigan en la esclavitud. Esta historia de solidaridad y de hacer un obsequio se va extendiendo por todo el mundo cristiano, la idea de un obispo generoso se convierte en un relato que de boca en boca comienza a crecer y a hacerse maravilloso.
Nicolás de Patara muere el 6 de diciembre del año 327 de nuestra era, luego de haber defendido la lucha por la Santa Trinidad y la divinidad de Cristo. Quizá este suceso, con el tiempo, lo relacionaría con la Navidad. Su fama siguió creciendo después de muerto a tal punto que, cuando estuvo en peligro la zona de su entierro (Asia Menor), marinos italianos rescataron su cuerpo y lo enterraron en Bari (Italia). Ahí nace la figura de San Nicolás de Bari con una fama muy importante y en crecimiento constante. Para el siglo XIII ya estaba instalada la idea de que San Nicolás reparte regalos el día de su fallecimiento. En los países protestantes aparece la figura del propio Niño Jesús repartiendo juguetes el día de Navidad. Estos relatos se fueron uniendo de alguna manera, coexistían, hasta que la iglesia los termina de unificar y acepta la idea de que San Nicolás repartiera regalos el 24 de diciembre y que entrara por la chimenea.
Con el tiempo el relato se va trasformando y migrando, ya en Holanda, la figura de San Nicolás aparece vestida de verde, con traje de obispo, con una larga barba blanca, un burrito y acompañado de un ayudante: el Negro Pedro. Este personaje llevaba una bolsa vacía para castigo de los niños que se portaban mal (antecedente del viejo de la bolsa). Había premio y había castigo en aquel momento, hoy también.
Aquí, en Cañuelas, tuvimos nuestro propio Negros Pedro, según nos cuenta Arístides, un viejo vecino que vivió la Navidad en tiempos menos comerciales, cuando Papá Noel era un aviso de la gaseosa y se vestía de rojo, como lo conocen ahora. El hombre, que hoy peina canas como Santa Claus, formaba parte de una banda de pibes que solo tenía un temor: que esa pelota que pateaban en las calles terminara en el patio de Don Pedro (sí, no parece casual el nombre), un matarife viudo, huraño, que se sentaba impertérrito a mirar a la gente pasar. Si el balón caía cerca suyo, los chicos ya sabían qué tenían que pedir en la cartita: un nuevo esférico. Porque Pedro no tenía una bolsa, pero sí un escarmiento para esos chiquilines cañuelenses a los que, a decir de Serrat, ese amargo anciano les pedía que dejen de joder con la pelota.
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