El caso de Patricia González: una montaña de basura y un silencio que duele
A tres meses de su muerte, cuando fue aplastada por una avalancha de residuos en el Ecopunto, su familia sigue esperando Justicia. La causa judicial no avanza y la empresa involucrada no da señales ni se comunicó con los deudos. La hija y el hermano de la víctima hablaron con El Ciudadano.
Patricia González tenía 50 años y desde hacía décadas su vida giraba alrededor de la basura. Lo que para muchos es desecho, para ella fue sustento. Murió el 26 de junio en el Ecopunto, aplastada por una montaña de residuos cuando una pala mecánica descargó su contenido sin advertir que ella estaba allí. Su cuerpo fue encontrado seis horas después, bajo cinco metros de desperdicios. Desde entonces, nada volvió a ser igual para su familia, pero el sistema que la empujó a esa muerte sigue funcionando como si nada hubiera pasado.
Daniela, su hija mayor, habló con El Ciudadano desde la casa que comparte con su hermano menor, Ángel, de 15 años, y sus dos hijos pequeños, Ulises y Mateo. “El caso de mi mamá todavía no se inició porque no tenemos plata para los abogados. La empresa donde trabaja el responsable tampoco se hizo cargo de nada, no se comunicó con nosotros. Están como si no hubiera pasado nada. Y el sujeto sigue trabajando normalmente”, contó.
La joven tiene 26 años y está desempleada. Vivía de un pequeño emprendimiento de ropa que tuvo que abandonar. “Estamos igual que el primer día, tratando de calmar un gran dolor. Mis hijos todavía preguntan por su abuela. Ojalá algún día se haga justicia y que si esta persona lee las noticias sepa que rompió una familia”, dice.
El hermano de Patricia, Ricardo, también habló con este diario y no disimuló la bronca: “Seguimos laburando como podemos y el payaso este está suelto. Mató a una persona, no a un animal. Es una persona despreciable. Mi hermana está bajo tierra y él en su casa. La justicia me resulta una porquería”.
Patricia había crecido entre los desechos del viejo basural de Cañuelas. Desde chica aprendió a revolver entre la basura para sobrevivir junto a su madre y sus hermanos. Con el tiempo, el municipio rebautizó el lugar como Ecopunto, en un intento de dar una imagen más ordenada del reciclado local. Pero el cambio de nombre no modificó las condiciones laborales de quienes trabajan allí: la precariedad, la falta de controles y la indiferencia siguen siendo las mismas.
Vecina del barrio Las Chapitas, Patricia era conocida por su responsabilidad y su empeño. En su casa, su familia encontró, tras su muerte, el dinero cuidadosamente separado para pagar la luz y la cuota del televisor nuevo. Había prometido a Ángel que algún día esa casa sería su legado. “Lo importante era que él no dejara el colegio”, decía.
La causa judicial caratulada como homicidio culposo avanza lentamente. El operador de la pala mecánica declaró que no la vio y quedó en libertad. La empresa tercerizada que maneja el Ecopunto no fue imputada. El predio, de unas siete hectáreas sobre la Ruta 6, pertenece al municipio, pero la gestión del lugar es compartida entre varias firmas privadas y el Ceamse, bajo un acuerdo con la Acumar.
El proyecto original para transformar el viejo basural en una planta procesadora de residuos nunca se concretó. Hoy, los límites del tinglado que debía ordenar la actividad prácticamente no existen y las familias siguen entrando a diario para buscar materiales reciclables. Allí, donde Patricia jugó de niña y murió de adulta, la basura sigue llegando cada día.
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