La verdad detrás del mito: el Fangio más humano sale a la luz en una nueva biografía que incluye a su hijo no reconocido en Cañuelas
El periodista Pablo Morosi acaba de publicar 'Fangio, el hombre detrás del volante', una biografía que repasa la vida del quíntuple campeón mundial desde un ángulo poco explorado: sus vínculos personales, sus zonas grises y la historia de la descendencia de la que renegó, entre ellos Rubén.
Cuando Juan Manuel Fangio murió en 1995, su figura estaba tallada en bronce. El hombre que ganó cinco títulos mundiales de Fórmula 1 entre 1951 y 1957 con Alfa Romeo, Maserati, Ferrari y Mercedes-Benz era considerado un héroe incuestionable: un símbolo de talento, humildad y sacrificio. Sin embargo, detrás de esa imagen de perfección se escondía otra historia, mucho más humana, compleja y contradictoria. Esa historia es la que decidió contar el periodista platense Pablo Morosi en 'Fangio, el hombre detrás del volante' (Editorial Marea), una biografía que no sólo revisita la leyenda deportiva, sino que también la desmitifica.
El libro, que cierra una trilogía dedicada a figuras clave de la ciencia, la cultura y el deporte —junto a las biografías de René Favaloro y Ernesto Sábato—, ya fue presentado en La Plata y Buenos Aires, y el 30 de octubre tendrá su presentación en Balcarce, el pueblo natal del 'Chueco'. “Más allá de sus logros, estas personalidades se involucraron en la vida y la historia argentina. Mi intención fue humanizarlos”, explicó Morosi.
El hombre detrás del volante
Fangio fue mucho más que el campeón legendario que hizo vibrar a las multitudes en las pistas de Europa y Sudamérica. Fue también un hombre de su tiempo, atravesado por las tensiones políticas y sociales de la Argentina del siglo XX. En 1974, ya retirado del automovilismo, asumió la presidencia de Mercedes-Benz Argentina, un cargo inédito para alguien sin raíces alemanas. Su gestión coincidió con la dictadura militar iniciada en 1976. Fangio participó de viajes oficiales junto al dictador Jorge Rafael Videla y fue fotografiado con él, mientras trabajadores de la automotriz desaparecían en circunstancias nunca esclarecidas.
“Lo que más me sorprendió fue su capacidad para manejar situaciones en las que no quería que se conociera la verdad”, dijo Morosi. “Mantuvo una reserva absoluta sobre su vida privada y sus relaciones. Fue un hombre que eligió el silencio”, amplió.
Ese silencio se extendió también a uno de los capítulos más dolorosos de su historia: su paternidad no reconocida. En 2015, la Justicia argentina confirmó -mediante pruebas de ADN- la existencia de tres hijos: Oscar, Rubén y Juan Carlos, fruto de distintas relaciones, algunas con mujeres casadas y otra con una adolescente. “La historia de sus hijos nunca había sido contada de manera integral. Era una deuda pendiente en la bibliografía sobre Fangio”, asegura Morosi.
Rubén Fangio, el hijo que empujó la verdad
De todas las historias, quizá la más conmovedora sea la de Rubén Fangio, de 83 años, oriundo de Balcarce e instalado en Cañuelas desde sus 9. Durante gran parte de su vida ignoró su verdadera identidad. Recién de adulto comenzó a sospecharla tras escuchar comentarios sobre su parecido con el piloto. Un médico en Pinamar le sugirió hacerse un ADN. La idea lo obsesionó y derivó en una profunda crisis personal. Su lucha por saber la verdad lo llevó a impulsar un juicio que duró una década.
“Rubén fue quien empujó todo el proceso judicial”, contó Morosi. “Oscar había intentado un juicio antes, pero sin resultados”. El periodista relata episodios dolorosos: Fangio fue padrino de Rubén sin saber —o sin querer reconocer— que era su hijo. Cuando Rubén, ya adulto, lo visitó en las oficinas de Mercedes Benz en busca de trabajo, fue ignorado. “Todos sabían que Fangio podía haberle cambiado la vida con un simple gesto, pero no lo hizo. Eso dejó marcas profundas”, dice Morosi.
La construcción del mito
El libro también aborda cómo se construyó la imagen pública de Fangio desde sus primeros triunfos con Chevrolet en la Argentina, cuando se convirtió en rival de los hermanos Gálvez. “Desde ese momento fue presentado como un superhéroe moderno, símbolo de virilidad y progreso. Y esa imagen se consolidó con el apoyo del peronismo”, explica Morosi.
Fangio cultivó una relación cercana con Juan Domingo y Eva Perón. Llegó a decir que su victoria en Monza no fue suya sino “del General Perón y su señora esposa”. Recibió la Medalla Peronista al Caballero del Deporte y fue agasajado en la residencia presidencial. Sin embargo, supo adaptarse tras la caída del peronismo, evitando el ostracismo que sufrieron otros deportistas.
“El apoyo del gobierno lo devolví con triunfos”, dijo Fangio alguna vez. “Pero de ahí a decir que hice propaganda partidaria hay siglos de distancia”, enfatizó.
Amores, secretos y contradicciones
Más allá de la pista, la vida sentimental de Fangio fue intensa y compleja. Tuvo relaciones con mujeres célebres en Europa y mantuvo una prolongada con Andrea Berruet, madre de su hijo Oscar. También se enamoró de María Elena Piaggio, esposa de un embajador argentino, y frecuentó a Teresa, a quien conoció en la zona roja de Milán. Su fama lo llevó, incluso, a compartir pantalla con Jack Dempsey en 'The Ed Sullivan Show' en Nueva York.
Pero no todo fue glamour. El libro revela momentos oscuros, como cuando uno de sus hijos lo enfrentó en persona. La reacción del campeón fue tan fría que dejó en evidencia un costado desconocido de su personalidad.
Fangio y el poder
Uno de los capítulos más polémicos del libro explora el papel de Fangio durante la dictadura. En plena desaparición de trabajadores de Mercedes-Benz Argentina, el piloto recomendó a los empleados “no tensar la cuerda”. Cuando los delegados sindicales, el cañuelense Esteban Alfredo Reimer y Víctor Hugo Ventura, fueron secuestrados, muchos obreros acudieron a Fangio en busca de ayuda. La decepción fue total cuando lo vieron abordar un avión junto a Videla rumbo a Venezuela en una misión oficial.
“Mercedes-Benz creció notablemente en esos años, especialmente en la provisión de vehículos al Ejército”, escribe Morosi. “La empresa se ubicó entre las veinte extranjeras con mayor facturación en el país”, agregó.
-¿Cómo fue abordar a los hijos y hablar de la falta de reconocimiento?
-Siempre supe que era una parte central del libro. Quería contar al Fangio persona, no sólo al mito. En el caso de Rubén, prácticamente no tuvo vínculo con su padre. La relación fue inexistente y eso lo marcó profundamente.
- ¿Encontraste resistencias en la investigación?
-Sí. Los silencios están en el dolor de los hijos, en lo que perdieron. Rubén, por ejemplo, atravesó una depresión antes de iniciar su búsqueda. Era algo que necesitaba resolver para poder vivir.
-¿Creés que se intentó proteger una imagen intocable del campeón?
-Absolutamente. Su imagen fue construida desde el inicio y reforzada por el peronismo. Hablar de hijos no reconocidos o relaciones extramatrimoniales era impensable en ese contexto.
- ¿Qué historia te impactó más?
-La de Rubén, sin dudas. Su vida podría haber sido muy distinta si Fangio lo hubiese reconocido. La lucha por su identidad fue durísima.
Un legado complejo y vigente
A tres décadas de su muerte, la figura de Fangio sigue ocupando un lugar central en el imaginario argentino. “Su nombre vuelve a surgir con fuerza gracias a nuevas generaciones interesadas en el automovilismo”, señala Morosi. “Fue un embajador de la Argentina en el mundo y lo seguirá siendo, con luces y sombras”.
El autor cree que su trabajo no cierra la historia, sino que abre nuevas puertas. “Nunca se termina de contar todo. Siempre habrá más por descubrir”, afirma. “Lo importante es no perder de vista que Fangio fue un hombre de carne y hueso, con virtudes y defectos, que supo representar a su país en lo más alto, pero que también protagonizó historias que invitan a reflexionar sobre el mito y la verdad”, apuntó.
'Fangio, el hombre detrás del volante' no sólo es una biografía. Sobre todo, es una invitación a mirar de frente a un ídolo, con sus grandezas y sus miserias, y a entender que incluso los más grandes campeones no escapan a las contradicciones humanas. Porque como dijo el propio Fangio: “Es más difícil vivir que correr. La carrera dura dos horas, nada más”.
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