Un cura condenado por abuso sexual sigue en funciones en la diócesis de Laferrere
Se trata de Carlos Bareuther, que tiene una sentencia por extralimitarse con una alumna del colegio Santa María. El sacerdote mantiene presencia en actos religiosos y mientras su apelación continúa en curso debe presentarse en el juzgado para firmar y certificar que cumple con la Justicia.
Carlos Gabriel Bareuther, condenado en agosto de 2023 por abuso sexual simple agravado contra una alumna de 14 años en la escuela Santa María de nuestra ciudad, mantiene una activa presencia en el ámbito religioso. El sacerdote, de 54 años, recibió una pena de tres años de prisión en suspenso, que no lo obliga a ir a la cárcel, aunque sí a cumplir condiciones judiciales, entre ellas presentarse todos los meses en el juzgado que lo sentenció.
La condena aún no está firme: su defensa apeló la sentencia y espera resolución. En paralelo, el proceso canónico eclesiástico todavía no se inició, a pesar de que las pruebas ya fueron remitidas al Vaticano.
Presencia
En los últimos meses, Bareuther fue visto en distintos eventos organizados por el obispado de Gregorio de Laferrere. Participó de la inauguración de la capilla San Cayetano y San Juan Bautista en Virrey del Pino, en junio, y de la toma de posesión del nuevo párroco Pedro Delgado en diciembre pasado. En ambos casos se mostró activo y cercano al clero.
En febrero de 2024, había sido designado en una capilla de Bariloche, pero la polémica que generó su presencia motivó su traslado nuevamente a Laferrere. En ese entonces, sus superiores aclararon que tenía prohibido trabajar con niños, niñas y adolescentes hasta que se resuelva el juicio canónico.
El sacerdote insiste en su inocencia y asegura ser víctima de una acusación falsa. Sin embargo, el fallo judicial destacó la consistencia del testimonio de la víctima, Rosario F., y la coincidencia de peritajes y testimonios de profesionales y familiares.
Un cuestionado testimonio
Bareuther no ha dudado en criticar el proceso judicial que culminó con su condena. Asegura que la denuncia de Rosario fue manipulada y que nunca se investigaron en profundidad ciertos elementos que, según él, hubieran exonerado su responsabilidad. En un relato que se aleja del tono solemne que esperaría de un religioso condenado, Bareuther ha recurrido a detalles sobre las dificultades económicas de la familia de Rosario y otros elementos que, según su versión, desvirtuarían la acusación.
El relato del sacerdote en torno a los abusos está plagado de contradicciones y declaraciones que han sido puestas en duda por sus acusadores, quienes destacan las versiones consistentes de las víctimas, la coincidencia de testimonios de la madre de Rosario, la psicóloga y otras personas cercanas. La condena por tres años de prisión en suspenso fue dictada por el Tribunal Oral Criminal N°1 de La Plata, por el magistrado Hérnán Decastelli, tras la contundente declaración de la víctima, Rosario, quien detalló el abuso en su contra.
Mientras su situación judicial en el ámbito civil está lejos de resolverse, los avances en el plano eclesiástico no han sido concretos. El Vaticano aún no ha iniciado el juicio canónico, a pesar de que los antecedentes y las pruebas ya han sido remitidos.
En Virrey del Pino, Bareuther todavía cuenta con respaldo de parte de la comunidad, que lo recuerda por su gestión social durante la pandemia y en tiempos de inundaciones. Entre sus obras figura la creación de un comedor comunitario que continúa activo y la mediación para el asfaltado de calles del barrio.
En sus intervenciones públicas, Bareuther ha destacado su trabajo en el barrio Nicoll, en el que, según su relato, lo transformó positivamente. Entre sus acciones más reconocidas se encuentra la construcción de un comedor social que sigue funcionando desde la pandemia, donde se alimentan más de mil personas todos los días, y su activismo durante las inundaciones, que lo llevó a estar a pie del cañón para brindar ayuda a los damnificados. También recuerda su gestión para lograr el asfaltado de una calle, una petición que, según su testimonio, fue escuchada por la entonces intendenta Verónica Magario.
Mientras la apelación avanza lentamente y la Iglesia demora en definir su destino canónico, Bareuther se mueve en un terreno ambiguo: no está privado de su ministerio, aunque restringido en ciertas funciones, y sigue presente en celebraciones religiosas que lo ubican en la esfera pública. Todavía prefiere no hablar con los medios de comunicación, al igual que su abogado penalista.
Su caso se convirtió en un ejemplo de las tensiones entre la justicia civil y la Iglesia: por un lado, un fallo condenatorio que lo obliga a responder ante la ley; por el otro, un obispado que, lo mantiene cerca de su estructura pastoral.
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