Una madre y su hijo de 8 años lograron salvar sus vidas de milagro gracias a los vecinos que los rescataron de las llamas en su casa

La noche en que el fuego arrasó con lo tenían, Sebastián Sosa no podía creer lo que estaba escuchando. Venía de regreso de la Capital Federal cuando el teléfono sonó, un llamado que cambiaría todo. La voz al otro lado de la línea le decía que su mujer y su hijo, Francisco, de ocho años y autista, habían quedado atrapados en un incendio en su casa. Con las manos temblorosas y la mente nublada, intentaba asimilar lo que sucedía mientras el camino hacia Cañuelas se hacía eterno.

“No entendía cómo la casa podía estar en llamas. Se me quedó la cabeza en blanco. Pensé que podría ser algo menor, pero esto… no es un desastre cualquiera", comentó más tarde, mientras miraba los restos de lo que alguna vez fue su hogar. "No quiero volver aquí, pero no nos queda más que recuperar lo que podamos. Las paredes por suerte quedaron en pie, pero los techos… ya no sirven", lamentó.

La mujer de Sebastián había quedado internada en la Unidad de Terapia Intensiva de una clínica en Monte Grande. Se esperaba que pronto fuera trasladada a una sala común, aunque las secuelas del incendio —quemaduras en parte de su brazo derecho y la inhalación de humo— seguían siendo graves.

El origen del drama parece haber sido una salamandra a leña, un artefacto que había funcionado sin problemas durante los últimos cuatro años. Sebastián no encontraba explicación al accidente. “Siempre la revisábamos, nos asegurábamos de que estuviera bien alejada de cualquier cosa que pudiera provocar un incendio. A la noche la apagábamos… No entiendo qué pudo haber fallado", reflexionó mientras veía el daño irreparable en su hogar.

El incendio comenzó de manera inesperada. Según testigos, un hombre que pasaba en moto vio las primeras señales de humo y, alertado por los gritos, se dirigió directamente a la vivienda. Con la ayuda de un vecino, lograron forzar la reja de la habitación matrimonial y rescatar a la mujer y al niño, quienes no podían salir por la puerta principal, bloqueada por el fuego. La madre había sido sorprendida mientras se bañaba; el niño, en su habitación, ajeno a lo que ocurría hasta que la explosión lo alertó.

“La gente me mantiene el corazón, la solidaridad que recibimos es lo único que me da fuerzas. Fue una desgracia con suerte, si no hubieran llegado a tiempo, estaríamos hablando de otra historia”, dijo Sebastián, visiblemente afectado pero agradecido por el coraje de quienes arriesgaron sus vidas para salvar a su familia.

Aún no podía creer que hubieran perdido todo: la heladera, dos microondas, el televisor, los muebles del living y hasta el gato que su hijo tanto quería. "Francisco sigue preguntando por su monopatín, que no se ha salvado. Pero la gata… me tocó decirle que se fue. En realidad se asfixió", dijo, con los ojos llenos de tristeza.

La familia venía de sufrir una tragedia a principios de mes, con la muerte del padre de Alfonsina, en Santa Fe. "No terminábamos de salir de ese golpe, y esto llegó como un mazazo. Pero gracias a Dios mi hijo está bien, dentro de todo, a su manera", agregó Sebastián.

La vivienda, alquilada desde hace ocho años, era su hogar. Un hogar que, como tantos otros en el centro de la ciudad, vio como el fuego se lo tragaba casi todo. El siniestro, que duró casi una hora, fue contenido por los Bomberos Voluntarios de Cañuelas, quienes lograron evitar que las llamas se extendieran a los departamentos ubicados en la parte posterior de la propiedad. La destrucción material fue casi total, pero lo peor había pasado.

"Afortunadamente, los bomberos actuaron. Ellos evitaron que las llamas llegaran más lejos. Pero ahora estamos en cero, sin nada", expresó Sebastián, con una mezcla de angustia y gratitud.

El barrio entero se movilizó. Vecinos y amigos comenzaron a ofrecer ayuda, donar ropa, colchones, camas, frazadas, lo esencial para que la familia pudiera reponerse. “A veces la gente no entiende el valor de lo que tenemos hasta que lo perdemos todo. Pero ver cómo se acercan a ayudarnos me da esperanza”, confesó el chofer de Cañuelas Bus.

Mientras tanto, la familia pide ayuda a la comunidad. La casa está vacía, y sus miembros, todavía con el shock del incendio, necesitan apoyo. Quienes deseen colaborar pueden comunicarse al teléfono (11) 3771-8868.

"Gracias a esa persona que escuchó los gritos y vino a ayudarnos, mi hijo y mi mujer están vivos. Si no fuera por él, estaríamos lamentando mucho más que pérdidas materiales. Tuvieron un dios aparte", concluyó Sebastián, con la voz entrecortada.