Un banco de madera del ferrocarril une la historia y la tradición de conversar con los vecinos
‘El conversatorio’ es un espacio de charla entre el herrero Pablo Garavaglia y los habitantes de la ciudad de Cañuelas. Esos momentos luego son capturados en la cuenta de Facebook de su taller: 'La Vieja Herrería'.
Pablo Alberto Garavaglia se sienta con tranquilidad en su Ford A de 1929 tipo Baquet que armó junto con su hijo Pablo y deja serenamente que le saquen las fotos para esta nota. El vehículo está a la espera de recomponer unos engranajes, mientras se exhibe en la entrada de su local 'La Vieja Herrería'. Su origen es de un circo en el cual era usado por un grupo de payasos. El coche es uno de los tantos elementos que nutren la narrativa de este peculiar espacio de Cañuelas.
Desde hace unos años Pablo recibe a sus clientes, y al que lo desea, para sentarse en un banco macizo de madera que había pertenecido a una sala de espera de alguna estación de ferrocarril. El mueble lo recuperó por el trabajo que hizo Haroldo Cerutti, integrante de la casa de aberturas Noseda. Lo tenía en su Centro Cultural 'Los Uncalitos', que gestionaba con su mujer Susana Frasseren, ex directora de Cultura municipal y docente jubilada.
“El conversatorio es una palabra que se usa mucho en México, donde van exclusivamente a conversar. Y eso ocurría ya hace unos años en la herrería con los vecinos ya desaparecidos como Oraldo Giatti, Pelagio Luna, García Ledesma... Siempre se hacían de un momento para conversar luego de dejarme algún trabajo. Y comentaban sus cosas. Entonces, se me ocurrió la idea de llamar a este lugar ‘El conversatorio’. Y esto lo trasladé a todos los vecinos que siguieron viniendo. Pero con los años descubrí que los antiguos herreros también llevaban esta práctica de conversar y encontrarse mientras hacían sus labores", recuerda Garavaglia, de 71 años, a media cuadra de la estación del ferrocarril, mientras toma lugar en el banco recuperado.
"El que quiere se sienta y habla. Llegan como clientes y la mayoría luego participan de esta modalidad. Hay también gente que que pasa a sentarse y dona alguna pieza histórica o rara. Además, trato de dejar un recuerdo con una fotografía de esa persona, y que luego subo al perfil de Facebook de 'La Vieja Herrería', siempre y cuando ellos accedan. Es algo que llevo formalizado desde hace unos 5 años. También lo consigno en una carpeta donde archivo su paso por ‘El conversatorio’...”, agregó Garavaglia.
Un grupo de alumnos de la Escuela Industrial, en el 2019, le otorgó a 'La Vieja Herrería', un diploma “por su invalorable aporte a la memoria de nuestra comunidad y a su titular, Pablo Garavaglia, por la innovación en la promoción cultural”.
Así surge hablar de la comunidad cañuelense, de las primeras instituciones de fábricas pequeñas y comercios, que hicieron historia y del proceso de urbanización de Cañuelas, con sus servicios e infraestructura. Así trabaja Pablo -a su modo- la historia y la identidad cultural mediante vecinos que siempre quieren participar.
“Es todo palabras entre uno y otro, con el que quiso sentarse después de venir aquí por algún trabajo, y sin ningún café o mate. Así también surgen muchas historias, algunas de ellas publicadas hace unos años en El Ciudadano, como ‘Cuentos de un herrero’'...", agrega el historiador aficionado local.
Sin quererlo, Garavaglia recupera y promueve la memoria histórica de Cañuelas o de algún otro distrito aledaños con estos aportes participativos con los 'vecinos/clientes' que a su vez se nutren del material que reúne este herrero en su local que tiene muebles, objetos, fotografías, y muchas publicidades expuestas. Las juntadas se dan en el horario comercial y, como se dijo, no se destacan por la presencia de alguna infusión o bebida, mucho menos de bizcochitos en la mesa. De esa manera, clientes, curiosos y vecinos se detienen, conversan y, si se animan, comparten anécdotas. Algunos llegan con piezas históricas o extrañas que Pablo incorpora a su colección.
En 'La Vieja Herrería' uno no se encuentra con un museo, pero se pueden comprender los cambios sociales con las diversas piezas que pasaron por un proceso de selección que hace Garavaglia. Ya no tiene lugar para cosas grandes. Buena parte del pasado reciente se puede ver en esos objetos antiguos y con historia familiar que forman parte de la exposición. Allí hay una historia viva de Cañuelas a través de elementos de uso cotidiano y gracias al aporte de piezas que van desde el siglo XIX hasta el siglo XXI.
No hay que inscribirse ni sumarse a través de alguna página web. Hay que pasar el portón de rejas, sentarse en el viejo banco y dejar que las historias fluyan. Así, Garavaglia ha tejido un espacio único, donde la herrería se transforma en un puente entre el pasado y el presente. Y donde cada visitante aporta un ladrillo a la construcción de la memoria comunitaria.
En un rincón de Cañuelas, el sonido del martillo en el yunque y las chispas de una soldadura se entremezclan con las voces de quienes, como Pablo, mantienen vivo el arte de conversar.
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