Un lugar triste, pero vital para entender la historia

Interés general 05 de abril de 2022 Por Leandro Barni
Hace cinco años, dos enviados de El Ciudadano acompañaron Luis Mario, un ex combatiente, a las Malvinas. La expresión de una naturaleza agresiva y de un hombre que vivió el conflicto armado contada en una cobertura inolvidable.
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Enviados. El autor de la nota con Gabriel Iturralde, ex Director de El Ciudadano, en el cementerio de Darwin. Postal para el recuerdo.

Volamos con Gabriel Iturralde, quien entonces era el Director de El Ciudadano, para acompañar a Luis Mario, quien integraba la agrupación de Veteranos de Malvinas de Cañuelas. ‘Marito’ había sido piloto de helicópteros del Ejército. Estuvo en Puerto Argentino y Mont Longdon. En marzo de 2017, se convirtió en el primer cañuelense en regresar a las islas, donde intentó entregar una imagen de la Virgen del Carmen en la capilla católica de Port Stanley y luego en el cementerio de Darwin. Esa estatuilla se conserva en la plaza Belgrano de nuestra ciudad, donde se levanta el monumento a Malvinas.

En algo más de una hora y media, llegamos para la cobertura de una semana. De mañana, prudente y moderadamente, el piloto anuncia que ya se divisan las ‘Falklands’. Ningún manto de neblina, ninguna canción de fondo. El aeropuerto es militar. Impactan los aviones más grandes que el comercial Latam con el que aterrizamos. Las autoridades militares exigen pasaporte. Se habla y se lee en inglés.

islasImágenes de las Islas Malvinas, denominadas ‘Falkland’ por los ingleses, que ganaron la guerra en 1982. Hoy es un paraíso austral.

Para llegar a lo que era Puerto Argentino estábamos lejos. Había que pasar por remansos de montes con piedras en medio del inclemente Atlántico Sur. Los techos coloridos de las casas a la distancia son un ramillete.

Los emprendimientos turísticos de la isla pasan por ver pingüinos, caminar por circuitos ecoturísticos, recorrer zonas de combate y el cementerio argentino de Darwin.

Varios bares abiertos, algún que otro supermercado, al lado, cabina telefónica típicamente inglesa de por medio. Todo a precios exorbitantes para nuestros bolsillos con pesos. Los rostros de los lugareños siempre son distantes, indiferentes. Y la cordialidad, muy limitada. Las Land Rover salen por todos lados y dejan atrás, sobre la avenida costanera, cruces con espejos convexos, más por el alcohol que por el tránsito.

Fuimos a buscar posiciones, en medio de los ríos de piedra y los montes. Mientras subíamos, el viento y las lloviznas nos hundió en la turba y empapó los pies. Arriba, vimos las piedras donde soldados y oficiales esperaban a los ingleses. Muchos lugares transitamos, tristes pero vitales. Y las historias de Luis se escuchaban cuando hablaba; también, cuando callaba.

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