Juicio al cura acusado de abuso: "Intentó besar a mi hija"
Carlos Bareuther, párroco en el Colegio Santa María, fue denunciado por una chica de 14 años. Su madre lo comprometió en los Tribunales de La Plata. El sacerdote se declaró inocente y sólo admitió abrazos. Hoy declara Rosario, la damnificada.
Carlos Bareuther, el cura que oficiaba como capellán en el Colegio Santa María, negó haber toqueteado y besado a una alumna de 14 años en las instalaciones del establecimiento escolar, ubicado en el centro de nuestra ciudad. “Los abrazos que le brindaba a los chicos siempre fueron de contención. No cometí ningún delito y quiero aclarar todo”, dijo el religioso en el inicio del juicio que se lleva a cabo en La Plata. También rechazó haber cometido alguna conducta impropia contra otra estudiante de 16 años.
Con el cuello clerical, el sacerdote salesiano, quien vive en Isidro Casanova, llegó este miércoles a los tribunales penales, sin esposas ni custodia del Servicio Penitenciario. Se encuentra libre y enfrentó al juez y a la fiscalía. Lo acusan de "abuso sexual agravado" por su rol de sacerdote.
“Llevo cinco años angustiantes, de dolor y hasta de vergüenza. El dolor es moral y hasta afectó mi salud por la diabetes y la hipertensión que sufrí. Soy inocente y elegí llegar a este juicio oral, rechazar el abreviado y contar todo, porque en la anterior declaración en la fiscalía de Cañuelas me dijeron que sea rápido y concreto", aseguró el sacerdote, mientras su abogado Horacio Velaz seguía con atención cada uno de sus dichos.
De esta manera, el religioso ordenado en 2001 fue el primero en declarar durante la jornada de debate que empezó ayer, cuando aclaró que su función en el Colegio Santa María era la de “acompañante pastoral de la escuela, de los docentes y de los alumnos”.
Bareuther reconoció tratar a Rosario, la chica que lo denunció. Además, explicó sobre el modo de trabajar y los lugares por los que circulaba en el Santa María. Para vincularse con el alumnado que no conocía, ya que había sido enviado por el entonces obispo Gabriel Barba, se paseaba por el patio con un mate y hablaba con los chicos. Y mencionó que al momento de una confesión de un estudiante o una charla privada con alguno de los chicos, esperaba que le dijeran dónde tenía que hacerlo.
“Rosario estaba angustiada por los problemas de salud de su madre, que debía operarse. Por eso estaba rindiendo mal en la escuela. Además, se descubrió que se había cortado un brazo. Le recomendé que hable en su casa, que pida ayuda, pero ella no quería hacerlo. Y si su madre quería echarla de la casa, como ella misma me dijo, le respondí que podía conseguirle un lugar donde vivir. También le dije que si la madre no la entendía, estaba 'loca'. En el colegio informé que la chica necesitaba ser atendida por la psicóloga y recomendé que entrevistaran a sus padres. Con el tiempo. la vi mejor, había empezado una terapia que luego dejó”, declaró el sacerdote.
Más adelante, reconoció que hubo otros encuentros con la chica, pero que siempre fueron en lugares cercanos a otras dependencias del establecimiento escolar.
Consultado por la otra víctima, Priscila, también admitió conocerla. Tanto con ella como con Rosario negó cualquier contacto físico. Solo indicó que les dio abrazos de contención, sobre los cuales tuvo que describir cómo eran. Ante preguntas del Tribunal, rechazó que hayan sido acompañados por besos o de algún tipo de tocamiento en los glúteos.
Patricia Díaz, madre de Rosario, recordó que su hija “estaba angustiada, lloraba, me contestaba mal, se aislaba de su familia y con las maquinitas de afeitar del padre descubrí que se cortaba. El director de la escuela fue quien me avisó de la autoagresión. Les dije que iba a ver a una psicóloga y entonces me ofrecieron al padre Carlos, porque era dócil, campechano, me dijeron que Rosario podía hablar con él".
La mujer agregó: "Hasta que un día, mientras preparaba un guiso, Rosario se puso a llorar y dijo que no quería ir más a la escuela. Finalmente, me dijo que el cura la buscaba en todo momento y le hablaba al oído, hasta la tomaba de la cintura, intentó besar a mi hija y quería cerrar la puerta, mientras le ponía un pie cuando la llevaba a hablar”.
Luego, llegaron los testimonios de las docentes Paula Acosta y María Soledad Altes, quienes refirieron sobre las alumnas y el impacto que tuvo en la comunidad al difundirse el caso. También, las medidas que desplegó la institución educativa. Hoy se espera el testimonio de Rosario, ni más menos.
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