Policiales Por: Leandro Barni22/08/2025

La doble vida de Julián Correa Ospina, el financista que hallaron muerto en Colombia y vivió una década en Cañuelas

Lo hallaron con un disparo en la cabeza en un hotel de Medellín. Había pasado 10 años en el barrio Sarmiento, donde intentó construir redes, negocios y liderazgo. Un preservativo usado y una huella dactilar son las claves de una investigación que mezcla misterio, ambición y violencia.

En Cañuelas Julián (con certificado) dejó un recuerdo motivador que hablaba de liderazgo y cooperativas financieras

Fue encontrado en una silla de ruedas, con un tiro en la oreja derecha, tapado con una cobija gris. La escena parecía montada: un preservativo usado en el piso, una huella dactilar fresca, habitaciones reservadas con identidades falsas. En Medellín lo describen como un muchacho con aspiraciones, siempre rodeado de gente. En Cañuelas dejó un recuerdo ambiguo: un emprendedor entusiasta que hablaba de negocios, motivación y liderazgo. Ahora su muerte abre un expediente que se investiga como homicidio con ribetes mafiosos.

El 17 de agosto, en el barrio El Salvador de Medellín, la Policía halló el cuerpo de Julián Correa Ospina, colombiano de 33 años, sentado en una silla de ruedas. El disparo en la oreja derecha fue preciso, definitivo. El cuerpo estaba cubierto por una cobija gris. A un costado, dos piezas de evidencia que los investigadores guardaron como oro: un preservativo usado y una huella dactilar.

Las habitaciones 404 y 405 habían sido reservadas por aplicación. Nombres distintos, rasgos que no coincidían con el muerto. El 15 de agosto entró un hombre con un acompañante; al día siguiente, un desfile de varones subió sin control. Testigos recuerdan a dos hombres con documentos extranjeros empujando una silla de ruedas hacia la habitación. Horas más tarde se fueron sin ella. El personal del hotel, intrigado, subió. El hallazgo fue brutal.

Correa había sido reportado como desaparecido horas antes por su familia en el barrio Calasanz. En redes sociales mostraba otra versión: viajes por Estados Unidos y Europa, ropa cara, bronceado perfecto, fotos de gimnasio. Su vida pública era la del emprendedor motivacional que hablaba de sueños cumplidos, de “rodearse de los correctos”, de cooperativas financieras.

Un aviso con una de sus últimas incursiones laborales en su país natal. 

En 2012 y con 21 años había aterrizado en Buenos Aires. Se instaló en Cañuelas, donde permaneció casi diez años. Allí impulsó charlas, eventos y hasta anunció la apertura de un “centro de negocios BLC” en un hotel ubicado en el centro de nuestra ciudad, en el verano del 2021. Publicaba en Facebook frases de autoayuda y agradecimientos a Dios. Repetía que estaba convencido de que no había que vivir “vidas conformadas” sino “vidas extraordinarias”.

Un vecino de Cañuelas lo recuerda con un proyecto ambicioso que nunca llegó a despegar: quería montar una aplicación propia, una especie de “Pedido Ya” local, y en ese plan trabajaba con insistencia. “Me daba la impresión de ser una buena persona”, dice hoy, con la cautela de quien sabe que detrás de la fachada siempre hay zonas opacas. “Después empezaron a circular rumores sobre algunos negocios de él. Yo no me meto, nunca vi nada”.

Durante esos años en nuestra ciudad alquilaba una vivienda en el barrio Sarmiento, sobre Azcuénaga, entre Basavilbaso y Vélez Sarsfield. Allí se lo veía acompañado de un hombre mayor que, según vecinos, sería su padre. Una vida barrial discreta, en apariencia normal.

Pero esa construcción pública tenía sus grietas. Sus socios en Argentina lo recuerdan más como un motivador insistente que como un empresario sólido. Organizó encuentros en hoteles, habló de liderazgo y de proyectos financieros, siempre buscando adhesión y capital. En paralelo, en Medellín se mostraba como un hombre en ascenso, con contactos y estilo de vida envidiable, con un origen familiar muy humilde.

Hoy, en los registros policiales, su nombre aparece en un expediente de homicidio. La Fiscalía de Colombia y la Sijín trabajan sobre los rastros biológicos, intentando atar cabos en una escena que parece tener tanto de ejecución como de escenificación.

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