Si es posible creer en la vida después de la muerte, Diego es todo un testimonio. Hoy es un ángel del fútbol, pero sigue latiendo en el corazón de los hinchas. A fin de cuentas, nadie gestó tantas hazañas con la pelota en sus pies. Desafiante de los poderosos, Maradona no recuperó las islas Malvinas, pero fue protagonista del mejor partido que se recuerde con la camiseta celeste y blanca ante Inglaterra. Y en una sociedad que todavía sangraba por la guerra y aún lloraba sus jóvenes pérdidas, aquellos goles fueron reivindicatorios. Era el triunfo sobre los piratas. Con una mano celestial que en cualquier otro contexto sería un gesto antideportivo, la apología de la trampa, pero en Argentina tuvo su propia patente. Porque también creemos que Dios nació aquí, a la vuelta de la esquina. Y después, ese gol descomunal, ese slalom de diez segundos —sí, diez, como el número que fue un tatuaje en su espalda de futbolista—, ese racimo de británicos rendidos ante la evidencia de su talento.
A un año fallecimiento, todavía hay unas cuantas preguntas respecto a su muerte. Rodolfo Baqué, abogado de Dahiana Madrid, la enfermera que cuidaba al astro aquel 25 de noviembre de 2020 en el barrio privado de San Andrés, fue contundente: “Maradona murió por falta de atención médica”. 
Baqué es un prestigioso letrado de Cañuelas, una tierra en la que Diego, como en todo el país, tiene una historia que lo vincula. De eso se trata, a 365 días del adiós físico del “10”, vale la pena recordar los momentos que unieron a Pelusa y nuestra ciudad que, sin ir más lejos, engalanó con su nombre al Parque de Salud. Se proclamó en marzo, durante una discutida reunión del Concejo Deliberante. En definitiva, eso generaba Maradona, amor y odio, esa disyuntiva entre el futbolista sobrenatural y el ser terrenal, agobiado por sus imperfecciones.
Diego pudo tener un shopping a fines de los noventa. El “Maradona Sports Café” era un ambicioso proyecto que incluía un cine, bingo y locales comerciales en la zona de la bajada de la autopista Ezeiza-Cañuelas. Fue una idea de Oldemar Barreiro Laborda, un polémico empresario nacido en Paraguay y criado en La Pampa, representante de la filial argentina de Lo Jack. Fue el mismo que, años después, lo alojó en el Haras Tobelma, ubicada en ruta 3, frente a La Garza Mora. Ocurrió cuando regresó al país en 2004, luego de su pelea con Guillermo Cóppola, por entonces su representante. El proyecto quedó trunco, tal cual le contó Carlos Frescino a El Ciudadano.

En Haras Tobelma. Maradona, después de regresar a la Argentina en 2005, con el empresario Barreiro Laborda.

Una docena de años después, cuando todavía no había sido reconocido por su padre, Diego Junior visitó Cañuelas. Entonces, participaba del programa ‘Bailando por un sueño’ de Marcelo Tinelli y era el padrino del comedor ‘Federico y sus amigos’. Hasta recibió una propuesta de Daniel Roncoli para vestir la camiseta del Tambero.
La última relación de Maradona con Cañuelas es muy reciente porque el mes pasado se estrenó “Sueño Bendito”, la película que produjo Amazon y retrata la vida del crack. Hace dos años, Uribelarrea fue elegida por los realizadores para reflejar la infancia de Dieguito en Villa Fiorito. Por sus casas antiguas y su ruralidad que aún conserva, BTF Media arribó al pueblo con sus camiones motorhome y una gran cantidad de personal. Contrataron a habitantes de la ciudad como extras, entre ellos Genaro, un niño que hizo del hermano de Maradona, interpretado en la ficción por Nicolás Goldschmidt.
No habrá manera de llenar el vacío que dejó el ídolo. Diego se extraña. En todo el mundo, claro. En especial, en Argentina. Y por estas tierras que supo transitar en algún momento de su vida, también.