El enorme, extraño y oscuro objeto que está en la vidriera de El Ciudadano

Sociales 08 de octubre de 2021 Por El Ciudadano
La linotipo se exhibe en la entrada del semanario y suele ser un objeto de miradas nostálgicas, de curiosos y de niños que la teclean. Se trata de una pieza patentada en 1911, en Estados Unidos. Fue usada en la década del 70 por Talleres Gráficos Iturralde & Cariola.
maquina diario
De sus entrañas salían las ediciones del semanario luego de fundirse en metal.

En la mirada e imaginación de un chico será un tipo de bestia pesada, erizada de varillas y palancas, resoplando vapores de plomo y de otros metales. La linotipo había revolucionado la industria editorial. El ingenio de Ottmar Mergenthaler permitió crear toda una línea de texto por vez, en lugar de hacerlo letra por letra.  
La noble pieza exhibida en el ingreso a El Ciudadano es ya un recuerdo, sin acción, una pieza de museo, de hecho, integra el patrimonio del Museo y Archivo Histórico de Cañuelas.  
Para la mayoría es un misterio cómo era su funcionamiento. Y es también objeto de miradas de personas que se acercan y la observan detrás del vidrio o piden pasar para verla.  
Muchos no terminan de comprender y se quedan con una imagen de un artilugio gigantesco y enigmático, en cambio cuando ingresa un adulto con un niño, suelen acercarse a la linotipo y oprimir el teclado, lanzando el ruido de las desaparecidas máquinas de escribir.  
A lo largo de sus 57 años El Ciudadano vivió todos los cambios de la industria gráfica. El más significativo, en 1969, cuando adquirió esta linotipo Mergenthaler, estadounidense, que funcionó en la región para el semanario y otras publicaciones de Lobos, General Las Heras, San Miguel del Monte y Navarro.  
Esta máquina agilizó la composición del periódico. Hasta entonces la impresión se hacía en Vicente López. Pero el aparato demandaba tres días de armado de forma artesanal para 16 páginas. Era todo un mar de plomo, un concierto de linotipo, con gente con oficio para cortar, pegar palabras diseñadas que tenían que leerse al revés. La edición del sábado cerraba el miércoles.  
Cada día de texto era un lingote de plomo que se fundía dentro de la Mergenthaler modelo 8, a partir de las matrices tipográficas que tecleaba el operador. En 1994 se pasó al offset y esta reliquia que se usó durante 25 años, y en otro lugar, se convirtió en un objeto de museo que se exhibe desde el 2009 en Belgrano 748, sede administrativa y de la redacción de El Ciudadano.  


Leandro Barni – [email protected]

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